viernes, noviembre 22, 2024
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Dos de cada cinco adultos han sufrido abuso sexual cuando eran menores

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«Prevalencia del abuso sexual infantil en España: un estudio con muestra representativa» pone de manifiesto las experiencias de abuso sexual vividas en la infancia de más de un millar de españoles adultos -con una muestra representativa en cuanto a edad, sexo y zona geográfica-, según ha informado este viernes la Universidad de Málaga en un comunicado.

Se han identificado diez tipos de experiencias de abuso sexual durante la infancia, tanto de contacto físico como sin él con el perpetrador, como haber sufrido un rozamiento intencionado con los genitales de otra persona, haber sido manoseado o forzado a mantener un acto sexual con penetración, entre otros.

Solo el 27,5 por ciento de los encuestados que señalan haber sufrido abuso confirman haberlo hecho público cuando eran menores y, además, el 2,8 por ciento ha declarado haber sufrido una experiencia de abuso con penetración, lo que supone uno de cada 35 menores.

Los resultados constatan una mayor tasa de abuso entre las mujeres, pero «no hay grandes diferencias» entre niños y niñas cuando el tipo de abuso ha sido mantener un acto con penetración, mientras que, si la experiencia ha sido que alguien le haya enseñado material pornográfico, la mayoría son hombres.

Por otro lado, este trabajo revela diferencias entre generaciones ya que la «generación Z» -los adultos más jóvenes- es más propensa a informar sobre sus experiencias relacionadas con el abuso sexual y, en concreto, dos de las tres modalidades de abuso identificadas en relación con la tecnología.

Marta Ferragut, investigadora principal e integrante del departamento de Psicobiología y Metodología de las Ciencias del Comportamiento, ha señalado que la tecnología «hace más fácil perpetrar un abuso», puesto que permite no estar cerca de la víctima y, al no tener contacto físico, es «más difícil de detectar o de que se pueda identificar como un abuso».

Ferragut también ha remarcado que la tecnología puede tener efectos positivos para ofrecer información y herramientas de detección y prevención, aunque, en este momento, «es más un riesgo que una ayuda».

Todas estas experiencias tenían que darse durante la infancia -a partir de los 6 años- sin que formara parte de un juego con otros menores en igualdad de condiciones, sino con alguien mayor o superior en fuerza, desarrollo, posición o autoridad, para ser tenidas en cuenta en el estudio.

La autora principal ha señalado que este estudio tiene «resultados alarmantes» y junto con sus dos compañeras, las profesoras de la Universidad de Málaga María José Blanca y Margarita Ortiz-Tallo, avanzarán con esta línea de investigación para «ayudar a establecer políticas sociales y desarrollar programas de prevención eficaces». EFE

 

A.M.

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