Los usuarios de redes sociales no dejan de crecer en todo el mundo, pero algunos jóvenes españoles, casi nacidos con un teléfono móvil en la mano, se paran a reflexionar sobre sus impactos en la vida real y deciden abandonar la experiencia virtual: «Hacen más mal que bien», justifican convencidos.
Es la vivencia de María Uruñuela, una joven de La Rioja, que tras haber tenido Facebook, Twitter, Snapchat o Tuenti, borró todas sus cuentas.
«Estoy segura de que para mucha gente trae cosas positivas, pero a mí no me interesan nada», cuenta a Efe esta española de 23 años, acostumbrada ya a la sorpresa entre otras personas de su misma edad ante el hecho de que no tenga ‘alter ego’ digitales.
«Me estoy perdiendo cosas por no tener redes sociales, pero también estoy convencida de que, si las tuviera, me estaría perdiendo otras muchas; al final, es una decisión individual que a mí no me compensa en absoluto, creo que afectaría más negativamente que positivamente en mi vida», subraya.
EL QUE SE VA, LA EXCEPCIÓN QUE CONFIRMA LA REGLA
María es una excepción a la regla. En el último año, 8,1 millones de españoles se convirtieron en usuarios activos de las redes sociales, por lo que ya el 80 % de la población del país utiliza plataformas en internet para entretenerse, mantenerse informado o alcanzar objetivos profesionales, según el Informe Digital 2021 elaborado por Hootsuite y We Are Social.
Otra excepción es Marina García, una joven de Extremadura, quien anima a sus coetáneos, pero también a los adultos, a probar una «desconexión» digital: «Ayuda mucho personalmente», apostilla.
Hasta hace unos meses, Marina usaba «durante muchas horas al día» Instagram, Facebook, Snapchat, Twitter, Whatsapp y LinkedIn, y en la actualidad solo conserva la dos últimas para comunicarse con su familia y para buscar trabajo.
«Me las quité porque me estaba viendo de una manera que no me quería ver, muy cotilla con la vida de la gente, y dejarlas me ha ayudado a tener más tiempo para conocerme y poder invertir mi tiempo en cosas que realmente me gustan y nutren mi persona», cuenta a EFE.
Para Marina, su relación con el mundo virtual «era adictivo», por lo que recomienda «al menos probar» a salir de ellas.
«Si las usas de una manera didáctica o si no te afecta tenerlas, no tiene por qué irte mal, pero sí recomiendo quitarlas porque afecta a cuando estamos con la familia o los amigos, es como un mundo paralelo que es ficticio y el mundo que importa es el real», argumenta.
ALTO RIESGO DE ADICCIÓN
Según la psicóloga infantil y juvenil María Dolors Mas, «Instagram se ha vuelto la forma de comunicarse» y alerta de que, «en el momento en que se está tantas horas -en la plataforma- se generan posibles adicciones».
En su consulta, trata los conflictos con los menores, con sus padres y con la escuela, si es necesario: «Hay mucho miedo a quedarse fuera de la red, de perderse vida social, es como si los adolescentes tuvieran sentido de la identidad a través del grupo de los amigos y todos usan Instagram», explica.
«Lo hacemos poquito a poquito para que no tengan un efecto rebote, les decimos que dejen de subir contenido, ‘stories’, que dejen de seguir cuentas que no hacen bien, que usen Instagram unos días sí y otros no…», detalla.
LAS REDES, LA REALIDAD VOLCADA AL ESPACIO VIRTUAL
Mas apunta que las redes también pueden traer cosas positivas para los usuarios y también para los más pequeños, pero alerta de que los padres deberían tener siempre acceso a las cuentas de los hijos para saber qué tipo de contenido ven.
«Hay muchos casos de ciberacoso, sobre todo en preadolescentes, antes se hacía más por Messenger y ahora se hace, sobre todo, por Instagram, y ha aumentado exponencialmente a raíz de la pandemia», comenta.
En su consulta de Barcelona, esta especialista atiende conductas problemáticas provocadas por las redes sociales y su impacto en los jóvenes, como trastornos de conducta alimentaria o dismórficos, donde la persona no puede dejar de pensar en sí misma y sus defectos.
«Instagram dice que tiene alarmas para los trastornos de conductas alimentarias, pero es una barbaridad lo que vemos: autolesiones, tendencias suicidas… todo lo que hace es favorecer este tipo de conductas», reprocha. EFE
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Macarena Soto