Así fue el que, según la doctrina católica, utilizó Jesucristo en la última cena para instaurar la eucaristía, algo que desde entonces se conmemora cada Jueves Santo, y así lo recoge la Iglesia en su Derecho Canónico y en el Misal Romano.
Los preceptos no detallan mucho más, salvo que este vino no puede estar mezclado con «sustancias extrañas» y que se debe extremar su cuidado para que se conserve en perfecto estado y no se avinagre.
En la práctica, se trata de que su elaboración tenga una «fermentación natural», sin aditivos químicos que lo adulteren, explica a Efeagro el secretario de la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ramón Navarro.
Consiste en «respetar la pureza de la materia prima» porque de lo contrario «seria inválido», dice a Efeagro el padre Daniel Gutiérrez, del Monasterio de Santa María la Real de la Oliva, de la Orden Cisterciense y ubicado en la localidad navarra de Carcastillo.
En este lugar cuentan con cerca de 30 hectáreas de viñedo de cuyo fruto elaboran varios tipos de vino, incluido aquel que es apto para celebrar la eucaristía, y lo usan para sus ceremonias religiosas pero también para venderlo a otras parroquias y al público en general.
«El vino de misa que hacemos nosotros tiene un tanto por ciento de vino dulce, conservando el dulce de la uva, no añadimos edulcorantes artificiales en el proceso de la fermentación, que es la transformación del azúcar de la uva en alcohol», cuenta Gutiérrez.
¿QUÉ PASA SI UN SACERDOTE NO USA VINO DE MISA CERTIFICADO?
Las bodegas que elaboran vino de misa, también llamado vino para consagrar, pueden certificar ante la Iglesia que cumplen con las normas y ponerlo en el etiquetado.
No obstante, no hay una fiscalización de las parroquias por parte de las autoridades eclesiásticas y, en última instancia, si un sacerdote no tiene vino certificado, puede usar cualquier otro siempre que tenga la conciencia de que su proceso de fermentación ha sido natural, explica Navarro.
Tanto si se trata de un caldo certificado como de uno elegido por el cura, «normalmente se usa un vino dulce porque el golpetazo que te da el alcohol es menor, pero con dulzor natural, no adulterado con un proceso químico», indica el representante de la CEE, que es sacerdote diocesano.
VINO DE MISA PARA EL VATICANO: DE PÍO X A JUAN XXIII
Dulce, con tonos pasificados y de frutos secos, intenso en boca y con un posgusto largo, así es el vino de misa tradicional que elabora la bodega De Muller, fundada en Tarragona en 1851, según lo describe a Efeagro uno de sus propietarios, Eduard Martorell.
Producen también vino de misa tinto, rosado, seco y semiseco, pero su línea más clásica, «la de toda la vida», como comenta el bodeguero, es a base de uva garnacha blanca y macabeo, alcoholizado hasta los 15 grados y «elaborado como un vino dulce natural», con la mínima intervención humana, para seguir las normas de la Iglesia.
Así lo comenzaron a hacer para el papa Pío X (1903-1914), que les dio el título de proveedores vaticanos para servir a todos los pontífices, designación que se mantuvo hasta Juan XXIII (1958-1963), y así lo siguen elaborando en la actualidad.
«Ya no existe la figura del proveedor oficial del Vaticano, pero tenemos la certeza de que hoy día allí se siguen oficiando misas con nuestros vinos, que llegan por otras vías», asegura Martorell.
Sus botellas llevan la etiqueta de vino de misa y también los certificados eclesiásticos de los papas a los que estuvieron sirviendo, y se venden por todo el mundo, cuenta Martorell.
La pasada campaña, esta bodega elaboró unos 166.000 litros de vino de misa (menos del 50 % de su producción) y vendió alrededor de un millón de litros, gracias a que acumula reservas en soleras con el paso de los años, tanto dentro de España como al extranjero. EFE
Rubén Figueroa