viernes, noviembre 22, 2024
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El negocio de las falsificaciones: “todo vale con tal de conseguir el respaldo histórico a tesis políticas y religiosas”

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Las falsificaciones de arte, monedas y de otros artículos de lujo o decoración existen desde hace más de 2000 años. Ya el imperio persa, asirio, babilónico y fenicio se dedicaban a su fabricación para abastecer la demanda comercial; todos estos imperios destacaron por la intensa venta de materias primas, metales preciosos y objetos manufacturados en los territorios que conquistaban.

Estas imitaciones surgían porque, estos productos, además de estar inspirados en los originales con mucha autenticidad, eran más asequibles y podían ser adquiridos por las clases bajas.

Hoy ocurre algo parecido con los productos piratas o las falsificaciones de moda, sobre todo. El cliente prefiere en ocasiones comprar una prenda o calzado a la mitad de precio, sin importarle en qué condiciones se presente el logo de la marca, pues la mayoría de las veces se tratan de especialistas quienes las fabrican.

También existen quienes falsifican arte o prendas sin importarles el rédito económico, haciéndolo por pura fama, para vengarse de críticos de arte — por ejemplo — o para demostrar su valía, pues representan a la perfección obras o artículos diseñados por célebres artistas como Picasso o Louis Vuitton.

A partir del siglo XXI, las falsificaciones o colaboraciones de moda pasan a convertirse en una forma de activismo contra grandes multinacionales que custodian famosas marcas o contra el sistema capitalista en sí mismo. De esto último existen exposiciones como ‘The Real Thing’.

Hoy activistas, falsificadores e incluso delincuentes para la justicia; en la antigüedad, augures o correctores de textos, vivían en la sombra ofreciendo un digno servicio a las élites griegas y romanas. Se acudía a estos augures para solucionar errores ortográficos en documentos o piedras, con el fin de alterar acontecimientos que hoy llamaríamos historia, o por estética, simplemente.

Pero la persecución de esta actividad comenzó con la llegada de los romanos y sus leyes. Según un artículo publicado en el Blog de la Escuela Internacional de Criminología, “fueron los romanos los primeros que contemplaron la necesidad de la protección jurídica de los documentos con respecto a las falsificaciones”, y “la primera referencia histórica a este respecto se encuentra en el Derecho Romano en la ‘Lex Cornelia de Falsis’ del año 78 a.C., relativa a la garantía de los testamentos, donde existen disposiciones expresas sobre los signos de alteración (“signum adulterium” D-28,1)”.

Pero igual que actualmente se siguen falsificando toda clase de productos aun existiendo leyes que lo penalizan, las civilizaciones que continuaron a los romanos mantuvieron esta práctica.

La exposición Fake for Real’, acogida por la Casa de Europa de Bruselas, evidencia lo descrito anteriormente y muestra cómo a lo largo de los siglos se ha falsificado la historia por motivos religiosos o políticos con el fin de controlar el relato de ciertas culturas e incluso de todo el planeta.

FALSIFICACIONES HISTÓRICAS

Entre los hitos más determinantes encontramos: la falsa historia sobre la Donación de Constantino al Papa Silvestre I, descubierta por Lorenzo Valla en 1440; la creencia colectiva de la existencia de monstruos marítimos, como las sirenas, la cual modificó muchas rutas y la propia cartografía, además de servir a los intereses expansionistas de quienes la divulgaban; y el “más antiguo fraude de la historia”, según el comisariado de la exposición, relativo al Antiguo Egipto.

Este último, lo descubrió Champollion en el siglo XIX, “cuando estudiaba los jeroglíficos murales egipcios, al observar modificaciones en ellos a través de raspados o de otras alteraciones, en los cuales el faraón reinante mandaba borrar todas las huellas de derrotas anteriores o bien se apropiaban de las glorias de sus colegas precedentes”.

Si hablamos de arte, y en concreto de pintura y escultura, hemos de destacar al pionero proyecto de Miguel Ángel con tan solo 21 años: el ‘Eros durmiente’. Según biógrafos del artista, éste la manipuló para que pareciese más antigua, e incluso ahumaba dibujos de antiguos maestros que copiaba y hacía pasar por originales para dar la misma sensación.

Otros artistas como Han van Meegeren, Elmyr de Hory, Robert J.C. Driessen o Bernhard Krüger — contratado por el general de las SS, Reinhard Heydrich, para que falsificase libras esterlinas en 1941 –, han recibido alabanzas y críticas de sus contemporáneos, sin embargo, aún existen dudas sobre si sus falsificaciones fueron realizadas como una broma, para demostrar sus cualidades artísticas o con intenciones criminales.

“EL MAYOR FALSIFICADOR DE LA HISTORIA”

Ahora bien, en el presente, cabría destacar al menos al falsificador de arte ‘Oswald’ Aulestia. Un tipo que con la ayuda de su familia y más tarde, por su propia cuenta, llegó a convertirse en un empresario con mucho éxito, que vendió obras de arte como cuadros de estilo surrealista, a personalidades como Sylvester Stallone. El director de cine Kike Maíllo realizó recientemente un documental sobre él, a quien define como el “mayor falsificador de la historia”.

La periodista Marta Medina escribe sobre él en un reportaje: La vida de Oswald Aulèstia ha sido una montaña rusa económica y emocional. Cuando ha tenido dinero, lo ha gastado. Se ha dejado seducir por la fama y el lujo. Se relacionó con Madonna, Luis Miguel y Ricky Martin -del que dice que le mandaba todas las noches una limusina a casa-. “Al Pacino me invitó a una fiesta y quería impactar. A la entrada de su chalé tenía un olivo y yo le colgué 10 o 15 pollas. Le encantó. Le hice feliz«, recuerda. Se ha casado, divorciado y ha compartido cama con muchas mujeres. Ha amado ardiente y quemado su fortuna. Ha probado las drogas de diseño. Desde cannabis hasta éxtasis líquido. En el mundo del arte estaba totalmente normalizado. El mundo de arte te permite ponerte en pelotas en un restaurante o meterte a follar en un restaurante. ‘Oswald, el falsificador’ es la historia de una forma de picaresca que, como los butroneros, desaparece con su época. En tiempos del arte digital y de los NFT, Aulestia es un personaje en extinción, un antihéroe de novela, el ladrón de guante blanco, el último pirata.

Desde la Antigüedad a Oswald, de lo que no hay dudas es de la profesionalidad con la que se han ejecutado muchos de estos trabajos, y que, con gran frecuencia, como un editorial de ABC pone de manifiesto, “todo vale con tal de conseguir el respaldo histórico a tesis políticas” y religiosas — esto último lo añado yo –, refiriéndose a supuestos hallazgos en la región vasca que demostrarían su expansión e identidad histórica, y a otros como el caso de los Plomos de Sacromonte, encontrados en Granada en el siglo XVI.

“Se trataba de unos de unos discos de plomo con escritura árabe donde se aludía a un sincretismo religioso cristiano-musulmán que favorecía los intereses de los moriscos, preocupados por la amenaza de una expulsión que llegaría pocos años después”, publicaba ABC.

Por último, es importante mencionar el carácter identitario que contienen las falsificaciones y el uso que, en las últimas décadas, como venimos diciendo, le han otorgado artistas independientes o activistas.

Anastasiia Fedorova, comisaria del proyecto ‘The Real Thing’, comenta que “las falsificaciones interrumpen la jerarquía: se trata de tomar algo exclusivo que pertenece a unos pocos y hacerlo tuyo”. Su interés es divulgar “cómo la marca influye profundamente en nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea; y cómo, cuando se aborda hábilmente, la lógica capitalista de la marca se puede subvertir para despertar un efecto poderoso”.

Fedorova alaba a los artistas que respalda por utilizar ciertas marcas famosas e “inyectar un nuevo significado subversivo”.

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