Metida en unos pantalones chinos de algodón, color tierra, botas Panama Jack y camiseta ajustada, cara morena y ojos brillantes verdes, parecía una princesa; pero en otro sentido. Letizia Ortiz, reportera de TVE era una fuerza de la naturaleza desatada en el desierto de Irak, en la primavera de 2003. Una fuerza de la naturaleza que informaba con voz firme en televisión y que tenía ya el corazón cruzado con diferentes maremotos. Nadie podía imaginar que uno se llamaba Felipe de Borbón. Aunque el alto mando expedicionario español en Irak, había recibido alguna indicación al respecto.
La misma fuerza de la naturaleza que movió al híper responsable Felipe de Borbón a lanzar un órdago a su familia y la institución, enamorado como un colegial de la periodista de rostro anguloso y ojos centelleantes. Letizia fue la razón que llevó al príncipe a fallar por primera y única vez a sus deberes de Estado. El 12 de octubre de 2003 no estaba en la tribuna que presidía el solemne desfile del Día de la Fiesta Nacional. La sorpresa era mayúscula en la posterior recepción en el Palacio de Oriente y el mutismo de la Casa del Rey, total. El príncipe, explicaban off the record, “se ha demorado a su regreso de Nueva York”. Se había demorado con Letizia Ortiz, en una escapada a modo de desafío a la familia. O con Letizia o sin mí.
Se había demorado con Letizia Ortiz, en una escapada a modo de desafío a la familia
Fue con Letizia. La periodista es un elemento discordante en la estructura con olor a alcanfor de La Zarzuela. Es verdad que ha renovado muchos usos, pero también ha sembrado discordia en la familia.
En el los jardines del Palacio de La Zarzuela hay una foto programada con Letizia y otras personas. El príncipe, curioso, acude vestido con su preceptivo traje a ver cómo va la cosa. En ese momento Letizia le encasqueta el bolso, que el heredero de la Corona acepta con el gesto resignado que podría cualquier pareja. Pero la foto se demora, los protagonistas están rígidos y el fotógrafo solicita un gesto de espontaneidad.
–Felipe, haz que se rían. ¡Hala, salta!
Y Felipe de Borbón y Grecia empieza a dar saltos con su 1’95 de estatura, traje, corbata y zapatos italianos. La escena más que a la risa movía a la incomodidad.
“El Rey mantiene un trato más distante con su hijo que antes, pero la relación no se ha deteriorado. Con quien sí se ha deteriorado es con Letizia”, explica una fuente cercana a Zarzuela.
Como un Julio César de las estrategias personales, Letizia llegó, vio y venció. Y para ello, dividió. A los hermanos, al personal, funcionarios y escoltas.
Según explican altos funcionarios de la Casa, Letizia vive en la bipolaridad. Por un lado se muestra alérgica a los pesados protocolos y las normas de Zarzuela, y por otro vive en la cresta de la ola de lo que supone ser una princesa de España.
Quienes más sufren a Letizia Ortiz en la cara B u oscura, son los funcionarios de más bajo rango de La Zarzuela. Sobre todo el personal de seguridad, tanto soldados de la Guardia Real en funciones de protección, como escoltas, que pueden escribir todo un manual del “protegido caprichoso”. Salidas en un maletero para evitar ser vista, desprecio absoluto a los consejos de seguridad cuando hay una cita con sus amistades de por medio, hasta el corte de pelo de los escoltas que protegen con su vida la de la princesa es motivo de discordia. Y algo parecido en las tripas de la burocracia de Zarzuela.
Letizia llegó, vio y venció. Y para ello, dividió. A los hermanos, al personal, funcionarios y escoltas
La cara A habla de conversaciones con mandatarios mundiales (siempre ha tenido un buen nivel de inglés), y sobre todo de escapadas discretas. Vuelos privados con amigas o su madre a capitales europeas con la misión de hacer compras. Salidas nocturnas con fuerte protección, peleas de escoltas con fotógrafos –profesionales o aficionados– para evitar ser retratada en ningún lado y un marcado autoritarismo a la hora de los actos oficiales, sobre todo en situaciones con ciudadanos de a pie: “¡Vas a hacer que la foto salga mal!” gritó a un funcionario de la Agencia Espacial Europea en una visita oficial, lo que dejó hundido y humillado al ingeniero objeto del reproche.
Quienes tratan de cerca al Príncipe de Asturias ven un efecto muy positivo en la llegada de Letizia a su vida. “Es mucho más cercano, ha ganado en seguridad”, explica un militar que mantiene trato con don Felipe. El Príncipe causaba en los inicios de su carrera cierto pavor entre el personal de los actos a los que acudía porque era bastante frío y severo en sus juicios, algo que se atribuía a su timidez. Hoy Felipe de Borbón es afable, cercano y, a pesar de su respetable talla física, ha ganado en proximidad con quienes comparten con él actos o actividades.
El Príncipe apartó del círculo a uno de sus amigos, enfrentado a Jaime del Burgo por un asunto empresarial
Sin embargo, en el envés de la hoja hay que señalar que su círculo de amigos se ha resentido a veces por el fuerte carácter de Letizia. Uno de los episodios tiene que ver con la relación con Jaime del Burgo.
Hijo de un diputado del PP –Jaime Ignacio, que legó a presidente de Navarra y hubo de dimitir por sospechas de corrupción, látigo del 11-M, pocos entendían la presencia de Jaime del Burgo como testigo de la boda de los príncipes. Era un íntimo amigo de Letizia. Y Felipe de Borbón, generoso, lo aceptó en su círculo. Y llegó más lejos aún pasado el tiempo, apartando del círculo a uno de sus amigos, enfrentado a Jaime del Burgo por un asunto empresarial. Prevaleció el criterio de Letizia, fiel a los viejos tiempos con Del Burgo.
El asunto ya se convirtió en asombro para los íntimos de la pareja, cuando Del Burgo empezó a salir con Telma Ortiz e incluso se casaron. Ahí fue ya donde Letizia decidió marcar distancias con su amigo Del Burgo, por otro lado un personaje peculiar, extraño, controvertido, siempre envuelto en negocios sorprendentes y poco convencionales. De hecho, su carrera empresarial, tras un sonoro fiasco con empresas de hormigón, es un misterio envuelto en rumores de vanguardia de difícil comprensión por los mortales.
Ahora Feliope y Letizia viven en una cierta encrucijada. La sucesión está cada día más cercana, pero a la vez, en lo que parece una carrera contrareloj, acecha la pérdida de popularidad por los escándalos de su cuñado, Urdangarin. Letizia se ha vuelto más cautelosa en sus escapadas, que ha reducido considerablemente. Diez años han supuesto muchos vaivenes en la vida de pareja, y el modelo de los Reyes no es el más saludable ni comprensible a día de hoy.
El 22 de mayo de 2004 refulgían los cascos de los jinetes de la Guardia Real, y en el cielo nubes oceánicas dibujaban un temporal violento. En la catedral de la Almudena, camino del palacio Real se desató una fuerza de la naturaleza. Dos, mejor dicho: el temporal y Letizia Ortiz.