El procesado, J.G.H., está acusado de dos delitos continuados de abuso sexual a menor, uno continuado de exhibición de material pornográfico a menor y otro de posesión de pornografía infantil y enfrenta también diez años de libertad vigilada, así como el pago de una indemnización de 5.000 euros para cada una de las víctimas.
Los hechos se remontan a 2017, cuando J.G.H. se valió de su condición de cuidador de los menores para abusar de ellos en al menos tres ocasiones.
En el primer caso, el acusado aprovechó que alquilaba una habitación a un matrimonio con dos hijos en Cornellà de Llobregat (Barcelona) para ganarse su confianza, comprando regalos especialmente al más pequeño de ellos.
Pese a que, como ha relatado la madre de la víctima, no era el canguro habitual de la familia, sí jugaba con los pequeños, a quienes había cogido «mucho cariño» y cuidaba de ellos esporádicamente, cuando los padres necesitaban salir por algún recado, momentos que el acusado empleaba para abusar del menor.
Los hechos salieron a la luz después de que la madre llegara un día a casa y se encontrara a su hijo tumbado en la cama con J.G.H., lo que le levantó sospechas y acabó por sonsacar al menor lo sucedido.
Éste reveló que J.G.H. le había pedido mantener en «secreto» los vídeos pornográficos que le mostraba y los abusos a los que lo sometía, y que le había incluso solicitado expresamente que no se lo contara a sus padres.
Ante tal situación, la mujer decidió presentar una denuncia no sin antes alertar a una amiga íntima del acusado que también tenía dos hijos de los que a menudo cuidaba J.G.H., presuntamente para «ayudarla».
De hecho, según ha explicado la madre de la segunda víctima, el acusado siguió un mismo «modus operandi»: valiéndose de la relación cercana que mantenían, «casi como de familia», J.G.H. comenzó a ser, por iniciativa propia, el canguro de los menores, lo que aprovechaba para hacer tocamientos al más pequeño.
Ha señalado, además, que su hijo mayor empezó a desconfiar del acusado meses antes de que ella se enterara de los abusos, manifestando que no quería verlo más porque -decía- era «malo», pero sin ampliar detalles del «por qué».
Sin embargo, ha asegurado, no tuvo conocimiento de los hechos hasta que la madre de la otra víctima dio la voz de alarma, tras lo cual logró que el menor confesara lo que sucedía cuando estaban a solas con el canguro.
Por su parte, el acusado ha reconocido haber hecho tocamientos a los menores cuando los «bañaba», pero ha aseverado que no perseguía satisfacer «ningún ánimo libidinoso».
Ha rechazado que hubiese acceso carnal en estos episodios y ha garantizado que él no es propietario de la pornografía que encontraron en su tableta, ya que, ha apuntado, los menores de ambas familias usaban su dispositivo con frecuencia.
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