Según fuentes judiciales, el titular del juzgado de instrucción número 4 de Manresa (Barcelona) ha citado mañana al acusado para interrogarlo y notificarle su procesamiento por un delito de homicidio y aborto, cometido en 1981 y resuelto el pasado año tras una laboriosa investigación de la Guardia Civil, iniciada en 1999, cuando el propietario de la parcela halló el cadáver mientras excavaba el suelo para plantar un árbol.
El juez sostiene que Macarro, que fue detenido a finales del pasado año en Castellón y permanece desde entonces en libertad con cargos, cometió el crimen cuando estaba «sometido a la tensión» provocada por el embarazo de seis meses de su pareja, que había ocultado a su esposa, que residía en Madrid con sus hijos.
El acusado se había trasladado en octubre de 1981 a Sant Salvador de Guardiola junto a la víctima, para pasar varios días juntos en una casa alquilada.
Según el juez, tras matar a la víctima de un tiro en la cabeza con un arma de fuego, Manuel Macarro enterró el cadáver de su pareja embarazada en el jardín de la finca que había alquilado en la urbanización Ca l’Esteve de Sant Salvador de Guardiola.
Unas semanas después del crimen, cuando la vegetación había ocultado las huellas de la zona, el escritor empezó a vivir en la finca de Sant Salvador con su esposa y con sus hijos, que se trasladaron desde Madrid.
Pasados unos ocho meses, la familia cambió de residencia a instancias del acusado, que argumentó que no podía pagar una vivienda tan cara, por lo que iniciaron una vida nómada con la que el juez entiende que pretendía evitar su localización si finalmente se le relacionaba con la desaparición de la víctima.
Sin embargo, esta vinculación con el crimen aún tardaría 38 años en llegar. El primer paso ocurrió en 1999, cuando, por casualidad, el dueño de la finca, que estaba excavando un hoyo con la intención de plantar un olivo, encontró unos huesos humanos.
Entró entonces en juego la Guardia Civil, que abrió una investigación que, años después, permitió identificar a la víctima, gracias a que una hermana suya había denunciado su desaparición en una comisaría de la Policía Nacional en Madrid y, en el trámite, los agentes le tomaron una muestra del ADN.
Gracias a la conexión de las bases de datos, la Guardia Civil corroboró la identidad de la víctima, según ha resaltado el jefe en Cataluña del área de Delitos contra las Personas de la Guardia Civil, Carlos García Espejo.
Tras rastrear al entorno de la víctima, la Guardia Civil se puso sobre la pista del sospechoso por varios indicios que le incriminaban, entre ellos que la sábana en la que estaba envuelto el cadáver tenía una etiqueta en alemán -país de origen de la madre del escritor- y que sus allegados corroboraron que habían mantenido una relación sentimental.
Además, el perfil genético del investigado también se correspondía con el del feto hallado en el jardín.
Una vez detenido, a finales del pasado año, el responsable de la Guardia Civil recuerda que el sospechoso se mostró «muy frío y muy calculador», como si llevara tiempo pensando que algún día acabaría llegando la policía.
En un primer momento, el acusado declaró que no cocía a la víctima ni había oído hablar nunca de ella, y posteriormente, cuando ya dejó de negar su relación, manifestó que dejó sola a esta mujer en la casa alquilada y que desconocía lo que le había ocurrido.
Además, alegó que habían quedado como amigos y que ella se había comprometido a irse de casa, por lo que cuando regresó ya no estaba en la vivienda.
También aseguró que desconocía que la mujer estuviese embarazada, si bien el juez no le da credibilidad a esta versión porque estaba encinta de seis meses, «de forma que su embarazo debía ser notorio», y además él era el padre, según confirmó el ADN.
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