El juicio contra Jorge R.M. se ha celebrado este viernes en la sección séptima de la Audiencia de Barcelona, donde está procesado por un delito de violación y otro leve de lesiones y enfrenta. Además de la década de prisión, se pide para él una multa de 1.080 euros y el pago de una indemnización de 15.240 euros.
Los hechos sucedieron en la madrugada del 27 de marzo de 2016, cuando la joven malagueña acudió con unas amigas a una discoteca situada en el puerto de Mataró para celebrar su despedida de la ciudad, en la que estaba de vacaciones con su familia.
En la sala ha explicado que se trataba de un local donde solía acudir los fines de semana, por lo que ya conocía al personal e incluso había mantenido relaciones sexuales consentidas un par de veces con el acusado.
Sin embargo, ha relatado, esa noche el procesado la forzó y violó en una zona reservada a pesar de que ella trató de oponerse y zafarse del agresor y verbalizó en varias ocasiones que no quería.
La víctima, que actualmente tiene 23 años, ha asegurado que, al llegar a la discoteca, el acusado le ofreció un cóctel de color azul y que, tras darle «tres tragos», comenzó a encontrarse mal y a sentir que «todo le pesaba e iba muy despacio» aunque no había ingerido antes bebidas alcohólicas.
Decidió entonces salir a la calle a fumar un cigarro, momento que habría aprovechado otro de los porteros para instarla a que entrara en el almacén de la discoteca -el mismo lugar donde, ha dicho, había mantenido con anterioridad relaciones sexuales con el acusado- con la excusa de reponerse.
Ella se habría negado, pero el trabajador la habría conducido de a dicha estancia, donde la estaba esperando el procesado, que presuntamente cerró la puerta con llave, se desnudó, la puso contra la mesa y la violó.
En todo momento, ha remarcado, trató de resistirse, pidió que parara y mostró su rechazo a volver a tener sexo con el acusado, e incluso, cuando otro de los trabajadores de la discoteca se acercó a ver qué ocurría, la encontró llorando.
La víctima ha detallado que, debido a la distorsión de la percepción que sufría, no se percató de cuánto tiempo había pasado en el almacén, pero sus amigas le dijeron que había estado ausente «tres o cuatro horas».
Tras la violación, la sacaron del establecimiento «alterada» y con «ansiedad» y fue el personal de seguridad del puerto quien avisó a los Mossos d’Esquadra, aunque en un primer lugar dudó en denunciar por miedo al rechazo de su familia, de religión musulmana.
Por su parte, el acusado, cuya hermana era la encargada de la discoteca, ha negado que conociera a la víctima de otros días y ha aseverado que jamás ha mantenido relaciones sexuales con ella.
El procesado ha defendido que la joven iba «alcoholizada», «no podía mantenerse en pie» y «molestaba a los clientes» del local, por lo que pidió a un compañero que, si la veía, la condujera al almacén «para darle agua con azúcar».
De acuerdo con su versión, no fue hasta pasado un tiempo cuando la encontró en el exterior de la discoteca, sentada en una escaleras y asegurando que la habían violado.
También ha insinuado que la víctima lo habría denunciado por interés económico o bien «por alguna obsesión», al aseverar que escuchó a alguna de sus amigas diciendo «sácale, que tiene pasta». EFE
M.M.