Este doctor ejercía ese día en Muimenta (Lugo), donde compartían casa la víctima, su progenitora y la abuela de la menor, pero no era el titular de allí. Se desplazó al domicilio tras una llamada del 061. Al llegar, vio a Ana en un sofá, tapada con una manta y junto a su padre.
Le preguntó si había tomado pastillas, la respuesta fue afirmativa y la explicación que obtuvo fue que había devuelto lo ingerido.
Él quiso verlo -lo expulsado- pero ya había sido recogido «por un policía judicial».
El fármaco, en cuestión, era trazodona, y de él ha explicado este facultativo que normalmente se emplea para ayudar a conciliar el sueño, pues con dosis antidepresivas «estaría durmiendo todo el día», y que él no se lo había recetado.
Según la Escala de Glasgow, que evalúa los tipos de respuesta motora y que va desde el 3 (coma profundo) al 15 (normalidad), Ana Sandamil presentaba el 15 y estaba «tranquila», «relajada».
La enfermera que acompañó al médico ha corroborado en sala esto mismo y ha ahondado en que la paciente respondía a órdenes perfectamente, también en el traslado en ambulancia al hospital Lucus Augusti (HULA), que hicieron los tres, y donde se le iba pidiendo que moviese la pierna derecha, el brazo izquierdo, etcétera.
«Neurológicamente» respondía a todos los estímulos, ha ratificado.
Tanto a la enfermera como al médico les llamó la atención que en el domicilio, donde había mucha gente y era una situación de nerviosismo para todos, Sandamil mirase al padre, constantemente, siempre antes de contestar, aunque no vieron en él gesto alguno que pudiese inducir en ella una contestación u otra.
El Ministerio Fiscal y las acusaciones personadas, particular y popular, piden para Ana Sandamil la condena a prisión permanente revisable.
Ana Sandamil estaba separada de José Manuel Leal, padre de la menor, que iba a recoger a la pequeña, porque le tocaba, el día en el que la pequeña fue víctima de una muerte violenta. Su intención era pedir la custodia compartida. EFE
A.M.