El incendio forestal que ha azotado la isla de Tenerife ya lleva una semana calcinando sus tierras. A pesar de que las llamas han mostrado signos de contención, el daño es palpable. La vasta extensión de terreno afectada ya supera las 15.000 hectáreas, de las cuales, un tercio preocupante corresponde a La Orotava.
El daño no solo se manifiesta en la tierra. La calidad del aire ha caído a tal punto que se ha recomendado el uso de mascarillas FPP2 entre la población. Esta situación ha obligado a desalojar a más de 12.000 personas, muchas de las cuales llevan siete días refugiadas en pabellones.
El perímetro del siniestro alcanza los 90 kilómetros, pero los expertos advierten que al establecer líneas de contención, esta cifra podría llegar a duplicarse. La lucha nocturna contra el incendio ha sido liderada por casi 400 profesionales en tierra, que al alba, recibían refuerzos de 22 medios aéreos con el objetivo de acotar el fuego.
El viento ha representado un desafío adicional, complicando las labores de los bomberos. Estas condiciones hicieron que el observatorio de Tenerife estuviera al borde del desastre. Sin embargo, gracias a la intervención oportuna de la Unidad Militar de Emergencias (UME), este patrimonio pudo ser salvaguardado.
La estrategia de alejar las llamas de zonas pobladas ha demostrado ser efectiva, aunque ahora, la principal preocupación gira en torno a los cambios imprevistos en la dirección del viento.
Además del peligro que suponen las llamas, el deterioro en la calidad del aire amenaza la salud de los habitantes. Muchos se han visto forzados a abandonar sus hogares en busca de lugares más seguros para resguardar su bienestar.
El Gobierno declarará Tenerife ‘zona catastrófica’ tras el voraz incendio