Un espacio limpio, de arquitectura minimalista y sencilla. Un blanco puro que se rompe con el azul de los ojos de Jennifer Lawrence y el color de cada uno de los modelos Be Dior que aparecen en la campaña. Una campaña que ha pretendido captar el aura natural de la que ya se ha convertido por derecho propio (y caídas varias) en icono de la firma, a pesar de lo chocante que pudiera resultar en un primer momento.
El bolso se muestra en la más fina de las pieles, con una paleta de colores que a veces se mezcla en modelos bicolor, y siempre con el toque inconfundible de la maison, el DIOR de plata que cuelga de uno de los extremos de sus asas.