Este fin de semana se ajustarán nuevamente los relojes para adaptarse al horario de invierno. En la madrugada del sábado 26 al domingo 27 de octubre, los españoles deberán atrasar una hora sus relojes, de las 03:00 a las 02:00, recuperando así una hora de sueño. Este cambio marca el fin del horario de verano y el inicio del horario de invierno en España, en cumplimiento con la Directiva Europea del Cambio de Hora, una normativa implementada en todos los países de la Unión Europea con el propósito de fomentar el ahorro energético, aunque su eficacia sigue siendo objeto de debate.
El Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE) calcula que este cambio puede reducir el consumo energético en torno a un cinco por ciento. Esto equivale a un ahorro de unos 90 millones de euros al año para los hogares españoles, lo que representa un promedio de seis euros por hogar. Sin embargo, el último informe de 2018 de la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo indica que los ahorros son marginales y los beneficios no están garantizados en todos los Estados miembros. Aunque el cambio horario podría reducir el gasto en iluminación, el impacto en calefacción es incierto y podría incluso resultar en un incremento en el consumo energético en invierno.
Un debate que sigue sin resolverse desde 2018
La controversia sobre la eficacia y conveniencia del cambio de hora ha ganado terreno en Europa desde que, en 2018, una consulta pública impulsada por la Comisión Europea revelara que más del 80 % de los 4,6 millones de ciudadanos participantes querían abolir esta práctica. A raíz de estos resultados, y tras una propuesta de Finlandia, la Comisión recomendó suprimir el cambio horario en marzo de 2019, pero las dificultades para alcanzar un acuerdo entre los Estados miembros aplazaron esta posible resolución. De modo que, la norma vigente, establecida en el año 2000, aún determina que el cambio al horario de verano se efectúe en marzo y regrese al horario de invierno en octubre.
Desde un punto de vista histórico, el cambio de horario se popularizó en 1974 como respuesta a la crisis del petróleo, momento en que varios países optaron por adelantar el reloj para aprovechar mejor la luz solar y reducir el consumo en iluminación. En 1981, la UE formalizó esta medida mediante una directiva que ha sido renovada cada cuatro años, y en 2001, con la Novena Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo, se acordó aplicarla de forma indefinida. En España, esta normativa se incluyó en la legislación nacional mediante el Real Decreto 236/2002, de 1 de marzo.
Sin cambios hasta 2026
En marzo de 2022, el Boletín Oficial del Estado recordó que el Consejo de Ministros ya había designado en 2018 a una comisión de expertos para evaluar los efectos de este cambio en el huso horario oficial de España y la posibilidad de ajustar la hora central europea en el país. Según su informe de marzo de 2019, no era recomendable tomar una decisión sin el consenso general y una adecuada comunicación a la ciudadanía sobre los posibles beneficios y riesgos.
El análisis de esta comisión concluyó que cualquier decisión sobre los husos horarios debe estar en línea con los usos del tiempo en España y promover ciertos modelos compartidos. Así, sin una «resolución concluyente» dada la «gran cantidad de repercusiones» en áreas como la economía y la cultura, la orden ministerial especifica que el cambio horario se mantendrá hasta, al menos, el año 2026, produciéndose el último domingo de octubre y de marzo para dar paso al horario de invierno y verano, respectivamente.
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