Silvia Argos tiene 37 años y hasta hace unos meses era guardia civil. Ingresó en el cuerpo en 2007 y dos años después ya ocupaba un cargo de confianza. Era la responsable del Gabinete de Prensa en Navarra, donde estaba destinada. Pero durante el verano de 2012 algo cambió y su vida se complicó. Fue entonces cuando comenzaron las presuntas humillaciones, vejaciones, los comentarios machistas y el desprecio hacia su trabajo por parte de sus superiores, según explica la exagente a Estrella Digital.
“Todo empezó de repente. Comencé a notar situaciones extrañas. El trabajo que yo hacía por la mañana y que me revisaba el mismo teniente coronel, por la tarde me decía que era un desastre y que lo volviese a hacer, a pesar de que lo había corregido él”, recuerda. Menosprecios en forma de burlas, críticas e insultos machistas: “Cuando por la tarde acudía a la oficina del teniente coronel a despachar me recriminaba que si no tenía otra cosa que hacer, que si no tenía que planchar o fregar”, afirma.
La situación se agravó en enero de 2013, cuando sufrió un accidente de tráfico. Ella insistió ante los servicios médicos de su unidad que se encontraba bien, pero le recomendaron darse de baja laboral porque “tenía las cervicales inflamadas”. “Poco más o menos que me obligan a cogerme la baja a pesar de que yo digo que quiero trabajar”, añade. Días después, Silvia acude a la despedida por jubilación de uno de sus compañeros. Su presencia en el acto, al que también asistieron los altos mandos, no llegó a la media hora, pero le pasó factura. “El comandante médico me abroncó al día siguiente durante más de 20 minutos. Me dice que ha dado la cara por mí para darme la baja», recuerda. La reprimenda le costó una crisis de ansiedad, la pérdida de conocimiento y el ingreso en el hospital. “Mi marido pidió auxilio por teléfono al alférez del botiquín. Le dijeron que dejara de tocar los cojones y que si quería algo que bajara a pedirlo”.
Dos meses después, en abril de 2013, fue dada de baja psicológica porque el “acoso era constante”. Llegó incluso a sentirse insegura en la casa cuartel. Según cuenta Silvia, le rajaron las ruedas de su vehículo en el interior de la Comandancia y le dejaron una nota anónima amenazante. También recibió numerosas sanciones disciplinarias, según ella, injustas. “Lo peor ha sido ver que van a por ti sin saber por qué, sin haber hecho nada”, afirma.
Problemas de salud
La situación que ha padecido Silvia Argos durante casi tres años le ha generado problemas graves de salud. Crisis de ansiedad incontrolables, ingresos en el hospital y el encierro durante un mes en un centro psiquiátrico en el que permaneció incomunicada. Por eso, interpuso una demanda en mayo de 2014 contra su coronel jefe por acoso laboral, pero la juez archivó el caso y ella lo ha recurrido. Además, la AUGC solicitó la apertura del protocolo de acoso laboral. Tal y como explica la exagente, lo que sí ha logrado ha sido la incapacidad para trabajar y la jubilación por sentencia judicial. “No ha habido un peor momento, han sido todos. Cuando mi marido denunció empezaron conmigo y después se extendió al núcleo familiar”, recuerda.
El marido de Silvia también es guardia civil y, según la exagente, fue víctima de acoso laboral antes que ella y ambos han sufrido problemas de salud similares. De hecho, cree que el supuesto hostigamiento que ha soportado se debe a una venganza por parte de los altos mandos por las denuncias que decidió llevar a cabo su marido.
Es más, según asegura a este diario, sus hijos también han sido víctimas colaterales. Uno de los episodios “más graves” tuvo lugar cuando el coronel y el teniente coronel de su Comandancia denunciaron a su hija de 15 años. En un arrebato, preocupada por la situación que vivían sus padres, la menor cogió el teléfono móvil de su madre y les envió un mensaje. “Mi hija sabe quienes son porque está criada en la Comandancia. Mientras su padre estaba ingresado por una crisis de ansiedad, leyó una noticia que decía que un hombre de la misma unidad donde trabajaba su padre se había intentado suicidar. Creyó que se había intentado quitar la vida. Escribió que ojalá lo pasaran la mitad de mal de lo que lo estaba pasando ella”. La denunciaron por amenazas.
Desahuciada
En noviembre de 2013, Silvia se reincorporó en su puesto, pero no fue bien recibida. “Mientras estoy ingresada en el psiquiátrico cambian la cerradura de la oficina y le dicen a mi sustituto que no me de copia de la llave, como si fuese una ladrona”. Finalmente, consiguió la baja definitiva y se marchó de la Comandancia. Aún así, volvió a sufrir un episodio desagradable. Solicitó una prorroga para abandonar su vivienda en la casa cuartel porque el piso al que decidió mudarse con su familia todavía estaba en obras, pero se la denegaron y la desahuciaron.
La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) denuncia la indefensión que padecen las víctimas en estas situaciones. Cree que el protocolo de acoso del cuerpo es «absolutamente ineficaz» en materia de prevención y que «carece de las garantías mínimas» para la víctima. Pilar Villacorta, Secretaria de la Mujer de AUGC, explica que el protocolo no cuenta con un sistema de plazos para iniciar el proceso y que, además, presenta varios fallos. «Cualquier protocolo establece un sistema de plazos que garantiza a la víctima cuándo se inicia, cuándo se adoptan medidas preventivas y cuándo se resuelve o desestima. En la Guardia Civil se dan los casos de solicitar que se inicie el protocolo y esperar meses o simplemente no tener contestación», aclara Villacorta.
Por otro lado, la AUGC afirma que se puede dar el caso de que el mando denunciado sea el propio instructor del protocolo. «Puede suceder que se archive el protocolo sin haber entrevistado a la víctima o sin que haya participado el servicio de psicología o el de prevención en riesgos laborales», añade. Por último, Villacorta insiste en que «hay figuras importantísimas» que no participan en el proceso. «Como el servicio de prevención que debería informar de los riesgos psicosociales», denuncia.