martes, noviembre 5, 2024
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Los Reyes de España, ejemplo de humanidad en tiempos de catástrofe

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David Enguita
David Enguita
Portavoz de Jóvenes en Libertad. Comprometido con la juventud, la igualdad y la diversidad

Hoy, en Paiporta (Valencia), los Reyes de España han mostrado al mundo lo que significa liderar desde la empatía y el compromiso, aún en medio de la tragedia más devastadora de los últimos años en nuestro país. La DANA que ha golpeado con brutalidad la Comunidad Valenciana ha dejado un saldo desgarrador de 217 vidas perdidas, una cifra que resuena en los corazones de todos. Ante esta catástrofe, el Rey y la Reina han estado allí, presentes en cuerpo y alma, demostrando que, aunque no tienen poder ejecutivo, su rol como símbolo de unidad es, más que nunca, un faro de esperanza y consuelo para un pueblo en duelo.

Mientras los Reyes dan la mano y miran a los ojos a quienes han perdido todo, la respuesta del Gobierno ha sido, por decirlo suavemente, desconcertante. La declaración del presidente Sánchez en Moncloa, diciendo que “si necesitan más ayuda, que la pidan”, parece un formalismo que se desvanece ante la magnitud de lo que está ocurriendo en Valencia. ¿Acaso este no es el momento de declarar una emergencia nacional, de activar todos los recursos, de poner manos, corazones y cabezas al servicio de los ciudadanos?

Los Reyes han demostrado que, aunque carezcan de poder para ordenar la acción, su poder moral es inmenso. La Reina, con su gesto sencillo y lleno de significado de “dadme la mano”, ha sabido transmitir lo que el pueblo necesita sentir: que sus líderes están ahí, hombro a hombro, no solo con palabras, sino con acciones. No se marchan pese al barro, no se esconden ante los insultos. Al contrario, caminan entre la gente con una dignidad y una empatía que, en este contexto, es un ejemplo que muchos en el ámbito político deberían observar y aprender.

Lo que necesita España en este momento es un liderazgo que esté a la altura de su historia y de sus instituciones. No se trata solo de representar el poder y el Estado; se trata de ser un sostén para el pueblo en sus peores momentos. Desde el siglo XVIII, nuestras Fuerzas Armadas han sido concebidas para servir también en el ámbito interno, en socorro de los ciudadanos. Sin embargo, en esta ocasión, se han quedado a la espera de un mandato que no llega, de una coordinación que se diluye en palabras que poco significan para los afectados. En el año 1796, Manuel Godoy creó la “Brigada de Artillería Volante” con un objetivo claro: estar al servicio del ciudadano en momentos de necesidad. Hoy, más que nunca, recordamos esa vocación y pedimos una actuación que esté a la altura de ese legado.

Es significativo que los Reyes hayan llegado a Valencia antes de que el Gobierno declare oficialmente la zona como gravemente afectada. En cada visita, cada apretón de manos y cada mirada, han dejado claro que el verdadero honor no radica en el protocolo, sino en el servicio. En muchas ocasiones, la Zarzuela y Moncloa coordinan cuidadosamente la agenda, y sabemos que cada paso que dan los Reyes cuenta con el beneplácito del Gobierno. Sin embargo, hoy queda la sensación de que el respaldo real y necesario –la acción concreta, la ayuda logística, el despliegue de apoyo– ha llegado antes en forma de presencia y solidaridad que de una estructura organizada por el Estado.

En estos días, España no solo llora a sus fallecidos; también reflexiona sobre cómo responder a las emergencias. Necesitamos más que palabras, más que declaraciones de buena voluntad. Necesitamos un sistema que reaccione con rapidez y humanidad, una estructura que ponga en marcha todos sus engranajes para proteger y asistir a quienes más lo necesitan. Y en esto, los Reyes han demostrado lo que significa estar al servicio del pueblo.

Este momento nos deja una lección: hay líderes que trascienden sus funciones porque entienden el verdadero valor de su rol. No se trata solo de ser Jefe del Estado; se trata de ser un padre, un hermano, un amigo de aquellos que hoy están en duelo. En el ejemplo de los Reyes, vemos reflejada la grandeza de servir sin reservas, y de ser para el pueblo el refugio y el consuelo en sus horas más oscuras. Ojalá que este ejemplo no pase desapercibido y que inspire a quienes, con mayor capacidad de acción, aún están a tiempo de actuar.

No hay mejor manera de honrar a un pueblo que estar a su lado cuando más lo necesita. Hoy, los Reyes nos recuerdan que el verdadero poder no está en los despachos ni en los protocolos; está en la cercanía y en el coraje de acompañar a su gente, aún en la tragedia.

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