Lo único que tiembla últimamente en el país no es la tierra. También tiemblan y amenazan con derrumbarse muchos de los pilares fundamentales y las estructuras de nuestra sociedad y de nuestro país.
Para nadie en un secreto que los valores éticos y los principios morales están en crisis en Colombia desde hace ya muchos años y que si ello es así es porque seguramente estamos fallando en la formación que le estamos ofreciendo a nuestros hijos en los hogares, los centros educativos y en nuestro accionar social.
Recuerdo cómo mis padres con frecuencia me decían que veían llegar una triste descomposición del país porque los valores cada día perdían más importancia y, como el dinero tristemente estaba acabando con nuestros buenos sentimientos, con los valores de las personas, nuestro adecuado comportamiento, las buenas maneras, el respeto por la vida, el respeto por los demás, la búsqueda del bien común, entre otros, ya que lo importante estaba siendo reemplazado por la avaricia, el dinero fácil, la envidia, la corrupción tanto, la falsedad, el aprovechamiento en especial de lo ajeno, el individualismo, el egoísmo y en general la maldad.
Todos estos calificativos despreciables en una sociedad han encontrado mayor ascendencia por la influencia del narcotráfico que ha transformado los valores dándole mayor importancia al dinero que al respeto por la vida, la búsqueda del dinero fácil y todo lo que el mismo llama y conlleva y en general la violencia y la delincuencia que en conjunto nos están destruyendo y acabando, hasta el punto que hoy en día es normal criticar a la víctima por haber dado papaya en lugar de condenar al delincuente por sus acciones o celebrar como sociedad a quien resulta exitoso por “vivo” o “avispado” por encima del ciudadano, trabajador o emprendedor disciplinado respetuoso de los valores sociales.
El tema de mayor preocupación en nuestro país hoy en día es la corrupción que ha llevado a tocar a las máximas instancias del poder tanto públicas como privadas. Antes se hablaba de actos de corrupción en instituciones como las aduanas o la policía de tránsito. Hoy en día estamos hablando de corrupción en todos los niveles e instancias del país, y estamos frente a una enfermedad que ha afectado campañas políticas, empresas insignia, servidores públicos y ciudadanos de todos los niveles.
Actualmente es muy difícil saber qué elección o decisión es sincera y guiada por el interés general o se encuentra viciada o incentivada por dineros corruptos. Las influencias de recursos ilegítimos a las principales campañas políticas y agencias del Estado cada vez resuenan más en las noticias y generan un gran ambiente de sosobra en esta materia.
Para sorpresa de la ciudadanía los mayores casos de corrupción se han conocido en el país por conducto de las agencias de inteligencia americanas o de la decisiones de entidades judiciales en el exterior divulgadas por los medios y no por el accionar de nuestras autoridades, como es el caso Odebrech. Y a dicho vacío se suma la campeante impunidad que termina cerrando el ciclo negativo de reafirmación de que ser corrupto paga y por lo tanto el actuar ético y honesto no es rentable.
Definitivamente están temblando las estructuras. Como sociedad tenemos inmensos retos sociales y económicos a los que me refiero permanentemente en mis columnas, pero la base de todo y el pilar de nuestro accionar serán siempre los valores y si no le prestamos atención inmediata y contundentes a esta crisis moral lo demás no tendrá cimientos sólidas y colapsará.
Hago un llamado a todos los padres de familia, educadores, ciudadanos, funcionarios y empresarios de bien, para que reconozcamos que la crisis en valores en nuestro país es nuestra agenda prioritaria nacional y que juntos reforcemos las estructuras de nuestra sociedad para que Colombia sea un país fuerte y sólido por su estructura ética y moral, lo que es la base esencial de nuestro aspiración al desarrollo con justicia social.