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Necesitamos izquierda

De derrota en derrota, y siempre con la posesión de la verdad. La derecha gana los comicios frente a una izquierda que es plural pero no suma y se deja abstencionistas en el camino. Los que votaron a la izquierda en las pasadas generales o se han quedado en casa o han cambiado de partido, en el País Vasco y en Galicia.

Unos resultados con evidentes efectos en la política nacional. El primero, sin duda, es que tras haber permitido la tesis de que estas elecciones desbloquearían situaciones, ahora no queda más salida que aceptar la sugerencia ciudadana: la derecha sale fortalecida.

La segunda es que, tras tiempo de acoso a la izquierda, el partido que quedaba de izquierda se sume en un marasmo organizativo de difícil salida. El PSOE es un partido fundamental para España y como tal requiere un alto nivel de responsabilidad. No es un problema de Secretarios Generales; es cuestión de políticas y de métodos de diálogo y acuerdo interno. Condenar a la militancia a una guerra civil es una irresponsabilidad.

No se hace política con trincheras ni con firmas. Menos aún con cinismo. Los que en Marzo negaron a Pedro Sánchez su Presidencia son los que hoy le jalean y critican a la mitad del PSOE. Exceso de postureo.

La izquierda parece no querer gobernar. Si quisiera, quizá entendiera el voto de la ciudadanía. La derecha sale fortalecida de los comicios porque la gente desea estabilidad y no conflicto; porque la ciudadanía requiere de propuestas ejecutables que se ocupen de su vida; porque, en definitiva, existen evidentes alternativas al gobierno del PP que no necesitan ni los excesos ni las alianzas que se acaban proponiendo.

Hay demasiada comodidad en la versión demográfica de la derrota, incluso en los déficit culturales de los votantes y tonterías parecidas. Se permite que los propios se consuelen con falacias.

Se vota a la derecha, se llega a decir, porque este es un país de viejos y viejas, siendo tales los que tienen más de 45 años. Es peor cuando se acusa de paleto al electorado del PP que, mire Usted por donde, gana en las ciudades y pierde en las aldeas. Naturalmente, el electorado es cómplice de corrupción y hasta de connivencia con los narcos. Déjenme que les diga que empieza a dar vergüenza el argumentario.

Si el debate de la izquierda es si ha nacido para dar miedo o si la cuestión territorial es más determinante que la social, la izquierda seguirá en la oposición. 

La consecuencia de tanto desatino es que Sánchez no está en condiciones de formar gobierno. Pudo, pero Podemos lo impidió. Hay mucho de cinismo en las voces de quienes lo impidieron reclamando ahora imposibles gobiernos de cambio.

Ahora sería el momento de acordar una propuesta de acción parlamentaria que permitiera influir y determinar las políticas de un gobierno minoritario. Defender otras alternativas es apostar por nuevas elecciones y, me temo, apostar por la irrelevancia de la izquierda.

La gente, la que vota izquierda y la que vota derecha que, oh sorpresa, también es gente, no está para esperar la renovación de idearios sino para que se resuelvan sus problemas.

Si la desigualdad de hoy es el desastre del mañana, la izquierda debe elaborar un programa creíble para la igualdad de oportunidades. Si el desempleo es la principal fuente de desigualdad, más que buscar subsidios debemos crear puestos de trabajo de calidad, dignamente pagados. Si los recursos, en un contexto de digestión de crisis en el que aún estamos, son escasos, defiéndase una creíble política de impuestos. 

Y, sobre todo, conviértanse esos retos en una política que influya, sea en el gobierno o sea en la oposición. La izquierda, más que ruido necesita relevancia.

Libertad Martínez