Historias de mi vida liberal | 36 años después del Muro de Berlín: ¿sigue vivo el comunismo en 2025?
Este 2025 se cumplen 36 años desde la caída del Muro de Berlín, símbolo del totalitarismo comunista del siglo XX. Aquel 9 de noviembre de 1989 marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea: la promesa de libertad para millones de ciudadanos sometidos al yugo de regímenes autoritarios en Europa del Este. Sin embargo, pese a que muchos lo vieron como el principio del fin del comunismo, la realidad en el siglo XXI dista mucho de haber cerrado ese capítulo.
Ya en 2019, con motivo del 30º aniversario del derribo del muro, el Club de los Viernes y el think tank Civismo organizaron en Madrid una jornada conmemorativa bajo el título “30 años sin el Muro de Berlín”. Tal fue la afluencia que el evento se trasladó al Aula Magna de la Universidad CEU San Pablo. Presidido por un cristo simbólico para muchos, incluso para los laicos, el acto giró en torno a la denuncia de los crímenes del comunismo y una firme defensa de la libertad individual. Lo que voy a comparar con el actual 2025
Los organizadores no sólo buscaron rendir homenaje a las víctimas, sino también denunciar que el comunismo no ha muerto: sigue presente y, en algunos lugares, más fuerte que nunca. Así lo evidenciaron los participantes del evento, entre ellos figuras como el historiador Stéphane Courtois, autor de El Libro Negro del Comunismo; los periodistas Federico Jiménez Losantos y Hermann Tertsch; y académicos como Francisco Cabrillo y Francisco José Contreras.
Una ideología sin juicio ni condena. Courtois recordó que los regímenes comunistas del siglo XX dejaron más de 100 millones de víctimas. A pesar de esa cifra estremecedora, no ha habido una condena global comparable a la que sufrió el nazismo. Salvo en Camboya, donde algunos líderes jemeres rojos fueron juzgados, el comunismo ha eludido el juicio de la historia. En Rusia, el aparato del poder —hoy en manos del presidente Putin— impidió cualquier proceso judicial a los crímenes soviéticos. China, bajo el mando férreo de Xi Jinping, sigue siendo oficialmente comunista, aunque haya adoptado mecanismos de mercado, y mantiene un férreo control del Partido Comunista sobre más de 80 millones de miembros.
Courtois también rindió homenaje a Vladímir Bukovski, fallecido en 2019, destacado disidente soviético y defensor de los derechos humanos, quien denunció el uso de clínicas psiquiátricas como herramienta de represión en la URSS.
Del marxismo clásico al marxismo cultural. Jiménez Losantos fue contundente al señalar cómo, tras la caída del muro, la izquierda radical buscó nuevas banderas: el feminismo radical, la ideología de género, el ecologismo extremo, el identitarismo. En su visión, estos nuevos movimientos se han transformado en formas de “marxismo cultural”, que mantienen la lógica de enfrentamiento social, ahora aplicada al sexo, la identidad o el clima, y que erosionan las democracias liberales desde dentro.
Además, denunció el uso político de la memoria histórica en España, que, según él, busca blanquear los crímenes del comunismo durante la Guerra Civil, mientras se reescribe la historia para erosionar la Transición democrática.
Iberoamérica, epicentro de la persistencia comunista. Hermann Tertsch lamentó la complicidad de ciertas democracias occidentales con regímenes autoritarios en América Latina. Nombres como Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega o el propio Lula da Silva fueron mencionados como herederos ideológicos de esa tradición autoritaria. Denunció también la “pasividad culpable” de figuras como José Luis Rodríguez Zapatero o Josep Borrell, a quienes responsabiliza de sostener gobiernos que violan sistemáticamente los derechos humanos.
El olvido de las víctimas. Francisco José Contreras insistió en que la narrativa pública sigue siendo asimétrica: se condena con justicia al nazismo, pero se ignoran o minimizan los horrores del comunismo. “La semilla criminal ya estaba en las ideas de Marx”, afirmó, desmintiendo que el problema haya sido exclusivamente Stalin. Para él, el problema está en la raíz ideológica: la negación del individuo frente al Estado, la supresión de la libertad en nombre de la utopía.
El hambre como catalizador de libertad. Por su parte, Francisco Cabrillo compartió vivencias en países del antiguo Telón de Acero, recordando que no fue tanto la política sino el hambre y la desesperación lo que encendió la chispa de la rebelión. “La gente no salió a la calle por ideología, sino por necesidad de libertad y pan”.
2025: ¿Vigente aún el comunismo? Hoy, en 2025, la pregunta sigue abierta. El comunismo como doctrina estatal aún sobrevive —y con fuerza— en países como China, Cuba y Corea del Norte. Pero también lo hace, bajo nuevas formas, en discursos políticos que avanzan bajo ropajes democráticos, aprovechando la tecnología y el control cultural. Como en España con el social comunismo de Pedro Sánchez.
El Muro de Berlín cayó, pero otros muros —invisibles, pero igual de opresivos— han sido levantados. La lucha por la libertad y la memoria histórica sigue vigente. Y como advirtió Benjamín Franklin, “aquellos que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”.
En pleno 2025, repito una pregunta persiste con fuerza en los círculos intelectuales, políticos y ciudadanos del mundo libre: ¿sigue vigente el comunismo? La respuesta no es sencilla, pero los indicios señalan que esta ideología, lejos de extinguirse con la caída del Muro de Berlín, ha mutado, adaptándose a nuevos contextos y estrategias.
Es un hecho innegable que el comunismo, en su forma más clásica como doctrina estatal, aún sobrevive. Países como China, Cuba y Corea del Norte continúan rigiéndose por sistemas de control férreo, economía planificada y un aparato ideológico que persiste en su afán de moldear la sociedad desde el poder. En estos lugares, el comunismo no solo vive: se impone con fuerza, sostenido por mecanismos de censura, vigilancia y represión que ya son parte estructural del régimen.
Sin embargo, lo que resulta más preocupante para muchos observadores no es tanto la persistencia de estas dictaduras declaradas, sino las nuevas formas del comunismo que florecen en contextos democráticos, camufladas bajo discursos progresistas o de justicia social. En Occidente, especialmente en Europa, se han levantado otras versiones del viejo dogma, que utilizan el lenguaje de los derechos, la inclusión y la equidad para justificar niveles crecientes de intervención estatal, control cultural y restricciones a la libertad individual.
Un ejemplo señalado por diversos analistas es el de España, donde el llamado "social comunismo" impulsado por el gobierno de Pedro Sánchez ha generado un intenso debate. Con un enfoque que muchos consideran cercano al modelo chavista, se ha profundizado la polarización, debilitado la separación de poderes y ampliado el rol del Estado en ámbitos clave de la vida ciudadana. Todo esto, en nombre de una transformación social que, para algunos, guarda un inquietante parecido con los proyectos de ingeniería social propios del comunismo clásico.
La caída del Muro de Berlín fue celebrada como la victoria de la libertad sobre la opresión ideológica. Pero en su lugar, como bien advierten algunas voces críticas, se han levantado nuevos muros, invisibles pero igual de restrictivos. Estos muros no están hechos de hormigón, sino de dogmas culturales, censura encubierta y un uso perverso de la tecnología para vigilar, silenciar o reeducar.
En este contexto, el debate sobre la libertad y la memoria histórica no solo sigue vigente: es más urgente que nunca. La advertencia de Benjamin Franklin, formulada hace siglos, resuena hoy con inquietante claridad: “Aquellos que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad.”
El comunismo, lejos de ser una reliquia del siglo XX, se mantiene —y en ciertos aspectos, se ha modernizado—. Y mientras haya quienes prefieran la tutela del Estado a la responsabilidad individual, esta ideología seguirá teniendo terreno fértil para crecer, aunque con otros nombres, otros métodos y otras banderas.