El deporte olímpico siempre es muy desagradecido. La mayoría de los deportistas tienen que trabajar durante cuatro años para alcanzar el reconocimiento durante solo unos días, pero cuando algo sale mal en momento decisivo, da la sensación que todo el trabajo de una vida se ha ido al traste.
De eso se queja amargamente Rafa Muñoz, que el 5 de abril de 2009 paró el crono en un increíble 22,43 en la prueba de 50 metros mariposa en piscina de 50 metros, lo que le valió para ser el nuevo recordman mundial. De hecho, tras siete años, y con lo que evolucionan las marcas en natación, tiene un mérito bárbaro, pese a los cambios en los bañadores, puesto que nadie ha conseguido superarle todavía.
En cambio, su cosecha de medallas en los años posteriores no estuvo a la altura de lo que muchos esperaban de él, puesto que logró dos bronces en Mundiales y otras ocho preseas en europeos, pero fracasó en Pekín 2008, no consiguió la mínima para Londres y renunció a luchar por acudir a Río. Todo esto pesó mucho en su cabeza y por eso se quejó del funcionamiento de la Federación en este tipo de casos. «Primero es la medalla y luego el deporte y lo que no saben es que sin deporte no hay medallas”, añadió el nadador en el comunicado en el que anunció su retirada.
En cualquier caso, el cordobés reconoce que su verdadero problema surgió cuando no supo asimilar bien el éxito en los Mundiales. «Tengo grabado a fuego cuando al día siguiente tengo 123 llamadas perdidas de medios de comunicación. Mucha gente encaja bien el éxito y yo no lo encajé«, comentó en una entrevista concedida a Cope.
Además, parece que Rafa Muñoz era demasiado joven como para enfrentarse a todo esto. Vivía en un centro específico para velocistas de Marsella que en un principio se pintó como si fuera la panacea, pero finalmente resulto perjudicial para él al alejarse más de su entorno. Por el contrario, Mireia Belmonte probó suerte en Niza, pero tardó muy pocos meses en darse cuenta de que su rendimiento no iba a mejorar y regresó al CN Sabadell.
Asimismo, Rafa Muñoz tampoco entendía muy bien lo que le ocurría, pero lo cierto es que en 2009 no disfrutaba para nada de los éxitos logrados y eso empezó a pasarle factura en su carrera. «En ese momento casi no quiero sacarlas de la maleta. Empiezo a salir, a no estar pendiente de lo que tenía que estar. Me llegaron tres amonestaciones porque no rellenaba dónde iba a estar para los controles antidopaje”.
El alcohol y Londres 2012 no le hicieron ningún favor
Por otro lado, encontró refugio en el alcohol durante todo ese tiempo y esa situación le llevó a rozar los 100 kilos, con un sobrepeso considerable. “Mis vacaciones se extendieron cinco meses y bebiendo. A veces llegaba a casa bebido. No me avergüenzo porque lo he superado. Cuando llega la tercera amonestación, la Federación no me llama, tampoco a mi club. Me llegó la sanción y tenía que declarar ante el TAS. La única forma de que me quitasen esa amonestación era por mi cuadro depresivo».
Pese a todo, Rafa Muñoz no siente remordimiento al contar su historia, ya que supo rectificar a tiempo y ahora disfruta de su nueva vida con su esposa y su hijo de 19 meses. «Fueron cinco meses de mi vida los que bebí, pero no he vuelto. Intenté suicidarme dos veces. Vivo en un quinto, con eso te lo digo todo. Llegas bebido… Al final uno tiene sangre y cabeza, y me tuve que poner en manos de un profesional. Estoy orgullosísimo, se me abre el pecho, de haberlo superado. Quieres solucionarlo pero no sabes cómo. Cuando te pones en manos de un psicólogo empiezas a asimilarlo y te das cuenta de que has sido un capullo. Cuando pasa el tiempo y empiezas a salir de ese pozo te sientes súper orgulloso», declaró el exnadador.
Por supuesto, sus padres le intentaron ayudar en esos momentos, pero su mente no estaba preparada para la competición. «Tenía sólo 20 años y no tenía esa madurez para sumir la repercusión mediática. Si no te han formado o asesorado, es duro. Me lo fui tragando. Te encierras tanto en el deporte que caes en ese pozo depresivo. Había estado sin nadar 15 días antes del Mundial de Roma y me fueron a ver mis padres porque no quería competir. Tenía miedo de lo que podía conseguir, de mis capacidades».
El nadador ya amenazó con la retirada en 2014, pero finalmente encontró motivos para seguir en la piscina, aunque nunca superó el duro golpe que le supuso su ausencia en Londres. «Tres semanas antes de los Juegos me pongo malo. Nado en el Open de España, me quedo muy cerca de la mínima olímpica. En el de Europa me vuelvo a quedar cerca pero por segundo año consecutivo soy campeón de Europa. Pero me dicen que no tengo nivel para ir a unos Juegos, sólo cuatro horas después de ser campeón. Entones se me cae el alma al suelo. Me quedé en mi casa».
Felipe Poza