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La Esperanza de Triana y el Cristo de la Salud conquistan Sevilla en la Madrugá

Miles de devotos acompañan a dos de las imágenes más queridas del arrabal trianero en su recorrido por la ciudad: el Cristo de la Salud y la Esperanza de Triana

Cuando Sevilla duerme, Triana sueña. Y esta Madrugá del Viernes Santo, miles de corazones han latido al unísono, al paso majestuoso del Cristo de la Salud de la Hermandad de los Gitanos y de la Esperanza de Triana, dos de las devociones más arraigadas y emocionantes de la Semana Santa sevillana.

Desde su salida en la madrugada, la Hermandad de la Esperanza de Triana y la Hermandad de los Gitanos han convertido las calles en un río de fe, emoción y belleza. A los sones de cornetas y tambores, los dos pasos de Semana Santa han vuelto a estremecer a una ciudad que se rinde, año tras año, ante la fuerza conmovedora de su andar valiente por el puente de Triana, en la oscuridad aún dormida de la Madrugá.

Poco después, envuelta en una nube de incienso y lágrimas, ha aparecido Ella: la Esperanza de Triana, Reina del arrabal, con su palio de estrellas y plata. Sevilla entera la ha esperado, la ha ovacionado y la ha seguido en silencio, con los ojos húmedos y el alma encogida. Cada paso, una oración. Cada mirada hacia su rostro, una súplica y una promesa.

Un mar de gente, una sola emoción

Desde los primeros compases de la Madrugá, decenas de miles de personas han abarrotado las calles del centro histórico y del barrio de Triana, acompañando a estas dos imágenes que son emblema y corazón de la Semana Santa de Sevilla. No hay rincón de la ciudad que no haya sentido el eco de sus pasos, ni balcón que no haya vibrado al paso de sus costaleros.

Jóvenes, mayores, turistas y sevillanos de toda la vida. Todos unidos por una emoción común: la Esperanza. Porque no hay madrugada en Sevilla que no se ilumine con su mirada serena.

Triana en el corazón de Sevilla

La Esperanza de Triana no es solo una imagen, es un sentimiento que trasciende lo religioso. Es el reflejo de un barrio que vibra con su Hermandad, que la lleva con orgullo en el pecho y que cada año, en esta noche mágica, cruza el río para reencontrarse con una ciudad que la espera con los brazos abiertos.

A esta hora, mientras el alba comienza a despuntar tímidamente, la cofradía sigue su camino de vuelta. Sevilla aún no ha dormido. Porque esta noche no se duerme: se sueña. Y el sueño se llama Esperanza.