lunes, noviembre 25, 2024
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Rick Barry, el último Warrior MVP con anillo

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Los Warriors campeones de 1975 poco se parecen a los actuales. A excepción de la velocidad del juego, en los setenta se jugaba a un ritmo infernal. Los Warriors de ahora comandados por Stephen Curry son una melodía mortal que ajusticia a sus rivales con una perfecta estética del juego. Apabullante superioridad expresada en resultados escandalosos y noches en las que un simple aro de 45 centímetros de diámetro parece agrandarse hasta la dimensión de una órbita planetaria.

Aquella fue una de las mayores sorpresas de la historia del baloncesto recuerdan una y otra vez los que vivieron el título del 75. No eran finos violinistas a las órdenes de un letal director de orquesta, no. Los integrantes que saltaban al parqué del Oakland-Alameda Country Coliseum eran guerreros dispuestos a partirse la cara, literalmente en más de una ocasión, dirigidos por uno de los más voraces y empedernidos competidores de la historia de la NBA, Rick Barry. Antes de los violines hubo tambores de guerra.

Richard Francis Dennis Barry III nació y creció en una familia acomodada en Elisabeth (New Jersey) donde el deporte era casi venerado. Desde muy joven ya demostró unas habilidades innatas para el deporte, sobre todo para el béisbol y el baloncesto sus dos grandes pasiones. Con 13 años presumía de ser el mejor lanzador del condado y uno de los mejores bateadores, mientras que en el baloncesto destacó desde el primer momento como un voraz anotador. Tras una disputa con su entrenador de béisbol, el joven Barry era terrible incluso más que en su etapa de profesional, decidió apostar por el baloncesto.

Luciendo el 24 a la espalda, en honor a su ídolo el jugador de béisbol de los Giants, Willie Mays “They Say Hey Kid” (Hall of Fame desde 1979) acuñó récords de anotación en el baloncesto de instituto hasta llegar a Miami. Con los Hurricanes, equipo de muy bajo nivel, destaco en todos sus años convirtiéndose en una leyenda cuya camiseta ha sido retirada. En su último año lució de manera soberbia con una media de 37,4 puntos y 18,3 rebotes, máximo anotador de la NCAA. Solo era el comienzo.

Su juego por aplastamiento sobre los rivales, apoyado en una muñeca letal, enamoró a Franklin Mieuli que lo drafteó en el número dos para sus Warriors a razón de 180.000 dólares en 1965. De aquel draft también salieron otros Hall of Fame como Bill Bradley, Gail Goodrich (ambos elegidos antes del draft como elecciones territoriales), Jerry Sloan o Billy Cunnhingam.

Sus dos primeros años en el baloncesto profesional son parte de la historia del deporte. En su temporada roockie acumuló medias de 25,7 puntos y 10,6 rebotes siendo elegido el mejor novato del año. Además fue seleccionado en el mejor quinteto de la NBA. Una primera temporada para enmarcar aunque en su segunda se convertiría en leyenda.

La acabó con una media de anotación de 35,6 puntos que le convirtió en el máximo anotador de la NBA. Durante un día fue el mejor jugador del mundo, si ser el MVP del All Star concede tal honor. Por último, llevó a sus Warriors a la final de la NBA en la que claudicó tras firmar una media de 40,8 puntos de media. En aquella temporada compartiría quinteto ideal con Jerry West, Elgin Baylor, Oscar Robertson y Wilt Chamberlain. Barry recordaría años más tarde que se emociona cada vez que lee su nombre junto al de esas estrellas.

Al año siguiente todo se complicó. La llegada del viejo Bill Sharman junto con el hedor a metálico que desprendía la ABA hizo a Barry decantarse por cambiar de liga, a la indómita y alocada ABA. La  presencia de su suegro, Bruce Hale, terminó por decantar la balanza y Barry jugó la siguiente temporada para los Oakland Oaks, no sin antes tener una ardua batalla en los tribunales con los Warriors. Unos hacían valer la vigencia de su contrato y otros apelaban a las leyes antimonopolio.

Su pasó por la ABA empezó de mala manera, en la temporada 67/68 no pudo jugar por sus problemas legales. Se dedicó a entrenar y jugar al golf.

Su aventura en la exótica ABA reflejo a la perfección lo que era Rick Barry, un jugador tan bueno como testarudo. En su primera temporada se convirtió en el máximo anotador de la liga con una media superior a los 35 puntos por encuentro. Cerraba así un círculo perfecto que nadie había conseguido, ni se hará, que es convertirse en el máximo anotador de la NCAA, NBA y ABA. En su siguiente temporada la franquicia decidió mudarse a Washington, provocando un enfrentamiento directo con Barry que alegó sin rubor alguno que “pisaré Washington solo si soy presidente”. Obligado a jugar, Barry tramaría su siguiente destino en la siguiente temporada (su tercera temporada en la ABA) siendo traspasado a los Nets.

En la ‘gran manzana’ Barry llegó como ídolo a un equipo que también tenía a Carnesseca, Levern Tart, Billy Paultz o Mitch Hornet. Con cerca de 30 puntos por partido Barry mejoro las prestaciones del equipo y quedo segundo como máximo anotador por detrás de Dan Issel. En su siguiente temporada volvió a mejorar sus números hasta casi los 32 de media, también quedaría segundo tras Charlie Scott. Los Nets eliminaron a los gallitos de la competición, los Kentucky Coronels, en seis partidos gracias a un Barry espectacular que en Lousville consiguió un partido de 50 puntos. Aunque perdió la final contra los Indiana Pacers. Esa fue su última temporada en la ABA, de nuevo otra sentencia judicial le hizo cambiar de aires. Un juez del Tribunal de Distrito de EEUU dictaminó que debería jugar para Golden State Warriors. La vuelta del hijo prodigo.

Los Warriors campeones

La llegada de Barry a los Warriors se hizo en un ambiente enrarecido, prácticamente ni un solo jugador cruzaba palabra con el de New Jersey. Sería unas temporadas después de su llegada, en la 74/75 cuando los Warriors se proclamarían campeones. El nuevo Barry que llegó a la NBA ya no solo era un soberbio anotador, sino que había mejorado muchos fundamentos de su juego: capacidad de pase, juego colectivo y defensa se convirtió en un alero total. Un Larry Bird antes que Larry Bird.

Los Warriors realizaron una temporada regular alejada del brillo, con el cuarto mejor registro con 48 victorias por detrás de Celtics (60), Washington Bullets (60) y Buffalo Braves (49). El MPV se lo llevó Bob McAdoo tras una durísima oposición de Barry.

La primera piedra de los Warriors fueron los Seattle Supersonic que habían conseguido acceder por primera vez en su historia, tras dejar fuera a Detroit Pistons. Los Sonics donde destacaba Spencer Haywood llevaron la eliminatoria al 2-2 aunque los Warriors consiguieron salir victoriosos en los dos partidos siguientes. Más igualada fue la final de conferencia frente a Chicago que no se resolvió hasta el séptimo. Con un equipo muy nivelado con jugadores de la talla de Bob Love, Norm Van Lier, Nate Thurmond, Jerry Sloan o Rick Adelman Chicago se puso 3-2 obligando a los Warriors a remontar tras dos exhibiciones de Barry.

La final contra los Bullets se convirtió en una de las mayores sorpresas de la época. Un ‘sweet’ les endosaron los Warriors pese a que los analistas incluso dudaban que fueran capaces de ganar algún partido a los capitalinos. Pero Barry tenía otros planes.

La primera final con dos entrenadores de raza negra, por los Bullets K.C. Jones y por los de San Francisco, Al Attles. Washington llegó muy tocado físicamente tras dejar en la cuneta a los Braves en siete partidos y a los Celtics en la final de conferencia que habían ganado el campeonato el año anterior. Los Bullets presentaban su propio ‘big three’ con Elvin Hayes, Wes Unseld y Phil Chernier. La final comenzó con rarezas propias, primero el formato que sería (1-2-2-1-1) y en segundo porque los Warriors no podrían jugar en su pabellón y lo hicieron en el Cow Palace de Daly City.

El primer partido se lo llevaron los californianos (95-101) tras remontar 14 puntos con un estelar suplente Phil Smith, el Capital Centre se rindió a los emergentes Warriors. En el segundo partido, ya ante su afición y con Barry en plenas condiciones, anotó 36 puntos, los californianos se ponían dos cero. Aunque les costó sudor y sangre, 92-91 con 6 segundos por jugar y dos tiros errados por los Bullets. En el tercero volvió a resurgir la muñeca de Barry (38 puntos) y se quedaban a uno de la historia. La serie se cerró en Washington, en la misma ciudad en la que Barry se vio obligado a pasar uno de sus peores años como profesional. Final poético para él que se derrumbó nada más llegar al vestuario para celebrar el campeonato.  

Para el recuerdo siempre quedará su estilo para tirar tiros libres, la famosa cuchara cuyo promedio no ha mejorado ninguna otra mecánica. Pero aun es más importante recordar a uno de los mejores de toda la historia, un alero que por sus logros y carácter rivaliza con otros grandes aleros como Bird o Lebron James. Tributo a uno de los grandes de la historia. El último guerrero con anillo.

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