La violencia machista, también considerada como violencia de género o contra la mujer, es un concepto muy amplio que se refiere a la discriminación, situación de desigualdad o relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Se ejerce en el ámbito de la pareja, pero también abarca a quienes hayan sido sus cónyuges o hayan estado ligados a ellas por relaciones de afectividad, aun sin convivencia.
Sin embargo, la violencia machista es un concepto mucho más amplio que no solo se refiere al daño físico. Hay muchas formas de ejercer violencia contra las mujeres, que repasaremos a continuación, pero antes es importante entender su importancia actual frente a aquellos que la niegan.
En 2003 comenzó el recuento de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, y la cifra a día de hoy asciende a 1.245. En lo que va de año, han sido cinco las mujeres asesinadas. Desde 2009 y hasta septiembre de 2023, se han presentado 2.201.639 denuncias por violencia machista y se han concedido 553.133 órdenes de protección, de acuerdo a los datos públicos del Ministerio de Igualdad.
Y la violencia machista va mucho más allá de las mujeres asesinadas o de las agresiones físicas, porque 1 de cada 2 mujeres españolas mayores de 16 años ha sufrido violencia a lo largo de su vida por el hecho de ser mujeres. El 14,2% ha sufrido violencia física y/o sexual de parejas o exparejas en algún momento de su vida, mientras que el 1,8% lo ha padecido en el último año.
Y para demostrar que la violencia machista no solo se reduce al ámbito físico, el 96,9% de las mujeres que han sufrido violencia física y/o sexual, también reconocen haber sufrido algún tipo de violencia psicológica, emocional o económica.
¿Qué tipos de violencia machista existen?
La violencia contra las mujeres se manifiesta de maneras muy diferentes y por el mero hecho de serlo. Además, hay que entender que en ningún caso es un aspecto privado, sino que implica al conjunto de la sociedad y a las instituciones. En cualquiera de sus manifestaciones, es impotante no mirar para otro lado porque supone vulnerar los derechos humanos y también un delito público que se puede perseguir incluso sin una denuncia de la víctima.
- Violencia física: Suele ser el iceberg de la pirámide de la violencia machista y la manifestación más evidente. Consiste en el daño físico a través de golpes, patadas, bofetadas o cualquier otro daño que implique la fuerza física.
- Violencia sexual: Se refiere a cualquier acto sexual no consentido que condicione la libertad sexual de las mujeres en el ámbito privado o público.
- Violencia económica: Se ejerce un control sobre los recursos financieros para que las mujeres tengan dependencia financiera de sus parejas. Además, les impiden trabajar e incluso estudiar.
- Violencia psicológica: Suele ser una forma de violencia invisible, pero tiene series consecuencias en la vida de quien la padece. Comprende las amenazas —tanto a ellas como a los hijos o cualquier persona del entorno—, el maltrato, el aislamiento o la intimidación. También comprende insultos, infravalorar las capacidades de las mujeres y minar su autoestima.
- Violencia digital: Es una manifestación más de la violencia machista que se ejerce a través de Internet. El ciberacoso es la más habitual y se traduce en limitar su libertad, atacar a su privacidad, intimidad e intentar dañar su imagen pública.
- Violencia vicaria: La ejercen los agresores contra sus propios hijos e hijas con el único objetivo de hacer daño a sus parejas o exparejas. Utilizar a los hijos para seguir ejerciendo violencia machista es más común de lo que pensamos y también una de las manifestaciones más extremas. Y aunque la última consecuencia es el asesinato, es una violencia muy extendida y oculta que se manifiesta de maneras muy diferentes.
¿Cómo se regula la violencia machista y cuáles son las políticas públicas?
España fue un país pionero al aprobar, en 2004, la Ley Orgánica de Violencia de Género. La normativa se basa en el artículo 15 de la Constitución Española, que reconoce el derecho a la vida y a la integridad física y moral. Además, reconocen que la violencia machista se manifiesta «como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad».
Aunque es cierto que nuestro país fue pionero a principios de siglo, esta es una ley que se queda corta en ciertos aspectos de la sociedad actual. Su objetivo es actuar contra la violencia, la situación de desigualdad y las relaciones de poder que se ejercen sobre las mujeres. Por eso, se establecen medidas de protección integrales para prevenir, sancionar y erradicar la violencia.
Sin embargo, es necesario ir un paso más allá porque las víctimas tardan una medida de ocho años y ocho meses en contar lo ocurrido, ya sea a su entorno o denunciando al agresor. Entre los motivos más habituales destaca el miedo a la reacción, que ellas mismas se sentían culpables de lo que estaba ocurriendo o simplemente que no son capaces de reconocerse como víctimas. La falta de recursos, normalmente la dependencia económica del agresor, o la maternidad también son condicionantes.
La cuestión legal también ha evolucionado con el paso del tiempo, porque desde 2013 también se contabilizan las víctimas menores de violencia machista. Además, en 2019 se añadieron a las estadísticas aquellas mujeres asesinadas por hombres que no son parejas o exparejas a través del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. También reconoció —como ya anticipó el Convenio de Estambul en 2011— como violencia machista todo tipo de violencia ejercida sobre las mujeres.
La normativa más reciente en materia de violencia machista es la Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, popularmente conocida como ley del ‘solo sí es sí’. Es una ley polémica que tuvo errores de redacción y que tuvo que ser corregida, aunque sigue estando en el foco mediático.
El texto, con una redacción mucho más cercana al contexto actual, garantiza la libertad sexual de las mujeres y sostiene que el acceso de las mujeres a sus derechos personales y a su capacidad de decisión con su cuerpo «ha sido históricamente obstaculizado por los roles de género establecidos en la sociedad patriarcal, que sustentan la discriminación de las mujeres y penalizan, mediante formas violentas, las expresiones de libertad contrarias al citado marco de roles».
La ley del ‘solo sí es sí’ tuvo como consecuencia la reducción de penas por violaciones, agresiones y acoso sexual. El cambio más relevante fue que se elimina la consideración de absuo sexual para equipararlo con la agresión sexual. Uno de los grandes objetivos de la ley es poner el consentimiento en el centro.
Recursos para las víctimas
El Gobierno de España, a través de la Delegación contra la Violencia de Género, pone a disposición de las víctimas y de sus familiares muchos recursos para hacerle frente. Uno de los más evidentes es el teléfono 016 que presta un servicio de información, asesoramiento jurídico y atención psicosocial inmediata. La alternativa por WhatsApp es el número 600 000 016, pero también hay correo electrónico y un chat online en la página web del Gobierno.
Además, el Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de violencia contra las mujeres (ATENPRO), ofrece atención inmediata durante todos los días del año para ayudar a las víctimas que lo necesiten en cualquier momento. Es un servicio basado en tecnologías de comunicación telefónica móvil y de telelocalización que, por supuesto, está preparado para dar siempre una respuesta adecuada a todas las necesidades.
También existen dispositivos para el control telemático de medidas y penas de alejamiento, una página web con recursos en localizaciones cercanas, además de asociaciones locales para la sensibilización, asesoramiento y protección.