En una entrevista con Efe con motivo del homenaje que esta noche le rinden sus compañeras del Alto Tribunal junto a juristas de todos los ámbitos, Calvo asegura que avanzó en su camino sin pensar en discriminaciones.
«No me he planteado si me escrutaban más; a mí me daba lo mismo porque estaba viviendo un reto y lo estaba disfrutando», señala al repasar una trayectoria profesional única, en la que recuerda a las mujeres, muy pocas, que le acompañaron en sus primeros pasos tras tomar posesión como fiscal en 1979.
Ella y Josefina Triguero Agudo -la primera mujer que se incorporó en España a la carrera judicial, en 1978- entraron al tiempo en la jurisdicción laboral, en el País Vasco, y después Calvo se trasladó a Madrid.
Fue en la capital donde forjó su carrera como primera mujer en la Magistratura de Trabajo, el Tribunal Central de Trabajo, que se transformó en Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en su sala de gobierno y, finalmente, en el Supremo, hace 18 años.
Calvo, que recuerda con especial cariño a sus compañeros en el Tribunal Central de Trabajo y prefiere olvidar alguna «nota discordante» con la que se encontró en el Supremo, subraya el «enorme avance» de las mujeres en la carrera judicial.
En la última promoción, fueron más del 70 % y el objetivo ahora es proyectar su presencia en los nombramientos con cargos discrecionales, afirma la magistrada al recordar que durante muchos años era imposible para una mujer acceder a esos puestos simplemente por no tener la antigüedad suficiente en la carrera.
Aunque reconoce que falta camino por recorrer, destaca recientes nombramientos de mujeres como presidentas de sala o de tribunales superiores de justicia y rechaza hablar de «machismo» cuando, apunta, quienes eligen ya no son solo hombres, como ocurría ante el Consejo General del Poder Judicial.
A pesar de estar jubilada evita, «por deformación profesional», responder a preguntas sobre la actualidad, como la reciente propuesta de la hasta hora ministra de Justicia, Dolores Delgado, como fiscal general del Estado.
En su opinión, es «inevitable» que se intente instrumentalizar la Justicia ante su proyección y, especialmente, porque «todo está politizado».
«No digo que sea bueno, pero es lógico. Son los bueyes con los que hay que arar. Es incómodo, pero es lo que tenemos», señala.
También es tolerante ante las críticas a los jueces cuando se conoce una sentencia en la que no se ha hecho sino aplicar una ley, «una ignorancia perfectamente excusable» ante la que recomienda educación, enseñar en Secundaria qué son las instituciones públicas y su funcionamiento.
«Una pregunta que me han hecho de forma recurrente es por qué aplicamos leyes obsoletas… Para nosotros no existen, son las leyes mientras no haya otras personas que las deroguen. Y lo que a usted le parece obsoleto, a otro puede no parecérselo», precisa.
Calvo, que ha visto evolucionar la legislación laboral a lo largo de las últimas décadas, analiza de forma crítica algunos de los cambios experimentados.
«Cuando comencé a ejercer, en 1980, acababa de entrar en vigor el Estatuto de los Trabajadores y poco a poco se han soltando amarras hacia una normativa menos proteccionista», comenta esta magistrada, que reconoce también los avances hacia un mayor amparo en situaciones antes no contempladas, como la conciliación o la discriminación.
Asume que las relaciones laborales actuales requieren cierta flexibilidad y que hay personas realmente interesadas en contratos temporales o de jornada reducida, pero alerta del riesgo de que se usen esas facilidades de forma fraudulenta.
«Un contrato temporal no tiene nada de malo, pero sí lo tiene cuando se pervierte y se estafa al trabajador», subraya.
Noelia López