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Pestiños, buñuelos y rosquillas: dulces caseros para la Semana Santa

En la cocina tradicional española, pocas épocas concentran tantos dulces típicos como la Semana Santa. Junto a las famosas torrijas, existen otros tesoros que han pasado de generación en generación: los pestiños, los buñuelos y las rosquillas
Dulces Semana Santa
Dulces Semana Santa

Reunir a la familia en la cocina para preparar estos postres es, en muchos hogares, una de las tradiciones más queridas de la Pascua. Más que recetas, son recuerdos comestibles que hablan de abuelas, tardes de lluvia y el aroma embriagador de la canela y el anís.

Pestiños: un bocado andaluz con historia árabe

Los pestiños son un dulce típico de Andalucía, especialmente de Cádiz, Sevilla y Córdoba. Su origen se remonta a la influencia andalusí, y por eso combinan ingredientes como el aceite de oliva, el ajonjolí, el anís y la miel.

Ingredientes básicos: harina, aceite de oliva, vino blanco, anís en grano, sésamo, ralladura de limón y miel para bañar.

La masa, aromatizada y reposada, se estira con rodillo y se corta en cuadrados que se pliegan por los extremos. Luego se fríen en aceite caliente y se sumergen en una mezcla de miel rebajada con agua. El resultado es crujiente, dorado y adictivo.

En algunas zonas, como Jaén, se espolvorean con azúcar en vez de bañarlos en miel. En otras, se les añade canela o clavo molido.

Buñuelos de viento: el dulce más ligero… y más goloso

Los buñuelos son bolitas de masa frita que al cocinarse se inflan, creando un interior hueco perfecto para rellenar. Se asocian a la festividad de Todos los Santos, pero también son típicos de la Semana Santa, especialmente en Castilla-La Mancha y Madrid.

Masa tradicional: agua, mantequilla, harina y huevos. Se cuece la mantequilla con el agua, se incorpora la harina de golpe y se remueve hasta formar una bola. Luego, fuera del fuego, se añaden los huevos uno a uno hasta lograr una masa brillante y elástica.

Una vez fritos en aceite caliente, se pueden rebozar en azúcar y rellenar de crema pastelera, nata montada o chocolate. Hay versiones modernas con relleno de dulce de leche, limón o crema de avellanas.

El secreto está en freírlos a fuego medio: si la temperatura es demasiado alta, se doran por fuera y quedan crudos por dentro.

Rosquillas: el sabor de la infancia

Las rosquillas caseras son posiblemente el dulce más versátil de la repostería tradicional. Dependiendo de la zona y del momento del año, pueden ser fritas, al horno, con glaseado o sin él.

Rosquillas de anís: son las más populares en Semana Santa. La masa, hecha con huevos, azúcar, aceite, ralladura de limón y anís, se moldea a mano y se fríe en aceite suave. Se espolvorean con azúcar glass o se bañan en un glaseado de limón.

En Asturias y Galicia, las rosquillas suelen tener textura más esponjosa, y en Castilla, más compacta. En muchos pueblos aún se conserva la tradición de hornearlas en hornos de leña.

Algunos las acompañan con chocolate caliente, otros con café o incluso con vino dulce. Lo cierto es que cada bocado sabe a sobremesa, a familia reunida y a cocina de toda la vida.

Dulces que reúnen y perduran

La elaboración de estos postres caseros va mucho más allá de lo gastronómico. Es una actividad que une generaciones: abuelas enseñando a nietos, madres que recuperan la receta familiar, amigos que se reúnen para cocinar por tradición. Son recetas que no necesitan presentación en Instagram ni técnicas modernas: su encanto está en lo que representan.

En plena era de la inmediatez, preparar pestiños, buñuelos o rosquillas a fuego lento es casi un acto de resistencia. Y sin embargo, cada vez más jóvenes redescubren estas recetas y las comparten con orgullo, reivindicando su origen.

En esta Semana Santa 2025, reivindiquemos lo sencillo. Con harina, aceite, azúcar y mucho cariño, se pueden crear recuerdos imborrables. Porque no hay dulce más sabroso que el que se cocina en casa.