En un momento crítico para Europa, con la guerra en sus puertas y la amenaza terrorista siempre presente, España se enfrenta a una encrucijada que no admite distracciones. Sin embargo, el gobierno de Pedro Sánchez parece más interesado en seguir el juego de la distracción que en enfrentar los desafíos reales que ponen en riesgo nuestra seguridad y estabilidad.
Mientras el foco mediático se centra en Carles Puigdemont, un prófugo de la justicia desde hace siete años, la verdadera preocupación debería ser la creciente debilidad de nuestras instituciones. ¿Alguien puede creer que, en un acto público con 3.000 personas según la Guardia Urbana, no se pudo detener a un individuo que había convocado y protagonizado un mitin? La respuesta es clara: Sánchez no ordenó a la Policía Nacional y a la Guardia Civil actuar porque necesita desesperadamente los votos de Puigdemont y sus aliados para mantenerse en el poder, agonizando durante unos meses más.
Pero la situación va más allá. Un juez imputa a la esposa del presidente, lo cita como testigo a título personal, y Pedro Sánchez, en lugar de cumplir con su deber, se niega a declarar. Para colmo, utiliza la Abogacía del Estado para presentar una querella por prevaricación contra el juez que investiga el caso. Esto no es un hecho aislado, sino parte de un patrón preocupante. Primero fue la impunidad para los golpistas, luego los intentos de borrar el mayor caso de corrupción política de la historia reciente de España, y ahora, el uso del poder del Estado para proteger intereses personales.
Todo esto sucede mientras nuestra seguridad sigue debilitándose. No es solo cuestión de justicia; es una cuestión de supervivencia nacional. Cada día que el gobierno continúa con estos juegos, España se vuelve más vulnerable, menos capaz de responder a las amenazas que nos acechan.
Es hora de poner fin a esta situación. No podemos permitir que el gobierno siga utilizando distracciones para desviar la atención de los problemas reales. La seguridad de España, la integridad de nuestras instituciones y la justicia no son negociables. ¡Basta ya de juegos! España no puede seguir siendo un país débil y a merced de quienes prefieren proteger sus intereses antes que los de la nación.