Un ejemplo de inteligencia emocional es Winston Churchill. Internado en un colegio de élite, era castigado con frecuencia por sus malas notas y fue rechazado varias veces en las pruebas de acceso a la Academia Militar de Sandhusrt. Sin embargo, poseía otro tipo de inteligencia que le llevó a desatacar en la política, como sus dotes de orador y la habilidad social con la que se manejaba en sus intervenciones públicas.
Y si la inteligencia emocional es tan importante para el éxito personal y profesional, ¿por qué no lo desarrollamos desde la infancia?
De hecho, la educación emocional empieza en el útero materno, como ha demostrado la experta en Psicobiología perinatal Vivette Glover. Afirma que los niveles prenatales de ansiedad en una mujer embarazada afectan al modo en que el bebé se desarrolla en el útero y al niño durante el resto de su vida. Este desarrollo dependerá del estado de la madre, de su alimentación y de sus emociones.
En la actualidad, hay una mayor toma de conciencia de la importancia de enseñar a los niños la capacidad de regular sus emociones negativas, porque interfiere en la capacidad de aprendizaje, como señala Richard Davison.
Colegios británicos como el Wellington College cuentan con la felicidad como asignatura. Cultivan la gestión emocional como una asignatura más para el aprendizaje de la vida. Es importante educar seres humanos buenos, personas que sepan gestionar emociones negativas y sean felices en la vida.
Una manera de empezar a trabajar desde la infancia esta capacidad es trabajando la atención con lo que llamamos “Mindfulness”: tener conciencia plena de lo que ocurre aquí y ahora, calmando la mente, dándole claridad, estabilidad, librarnos de las distracciones para ser conscientes de lo que ocurre en nuestro interior.
Un diario de emociones es una manera sencilla de aprender y familiarizarnos con el vocabulario emocional, detectar qué emociones vamos sintiendo cada día y ver qué reacciones tenemos ante ellas. Este diario se puede trabajar también con niños e incluso en familia. Una vez que adquirimos ese conocimiento de nuestras emociones y motivaciones, desarrollamos la capacidad de detectar y comprender las emociones ajenas y empatizar con las personas que nos rodean.
Recordemos la siguiente cita de Elsa Punset:
“Las personas que tienen buenas relaciones con los demás no sólo viven más tiempo, sino que viven vidas más sanas”
En nuestro Gimnasio Psicológico en Murcia desarrollamos y cultivamos la inteligencia emocional como parte de nuestras fortalezas personales, que nos permite establecer relaciones sociales positivas y constructivas, que a su vez nos permiten potenciar nuestro bienestar y felicidad.
María José Botía
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