El entierro de Enrique Tierno Galván el 19 de enero de 1986 fue un claro ejemplo de aquello que Alfredo Pérez Rubalcaba solía decir de que en España se entierra muy bien, porque el sepelio del entonces alcalde de la capital fue el más multitudinario que se recuerda en la ciudad.
Los madrileños se echaron a la calle para despedir a Tierno Galván y lo hicieron con un respetuoso silencio como muestra de cariño a su alcalde mientras el ataúd con sus restos mortales recorría en una carroza las calles desde la Casa de la Villa hasta el cementerio de la Almudena.
«El pueblo no estaba enlutado, sino silencioso como si hubiese caído una nevada», escribió Francisco Umbral en su libro «Y Tierno ascendió a los cielos».
El «viejo profesor», como se conocía a Tierno Galván, curiosamente murió a los 67 años.
Tras combatir en la Guerra Civil como soldado del Ejército Republicano y en 1939 pasar una breve estancia en un campo de concentración, se doctoró en Derecho y se licenciado en Filosofía y Letras, fue catedrático en la Universidad de Murcia y en la de Salamanca, así como profesor visitante de la Universidad de Princeton (EEUU).
Ya en Madrid, Tierno Galván espoleó los movimientos estudiantiles en contra del régimen franquista, lo que, junto a los profesores Agustín García Calvo y José Luis López Aranquren, le valió ser expedientado y expulsado de la Universidad.
Tras fundar el Partido Socialista del Interior (PSI), que cambió de nombre como Partido Socialista Popular (PSP), en 1974 participó con la organización de la Junta Democrática de España (FDE), constituida en París, para actuar en la política española a la muerte del general Franco.
Después de la muerte del dictador, se reincorporó en 1976 a su cátedra en la Universidad madrileña.
En las primeras elecciones democráticas a las Cortes Constituyentes, de junio de 1977, fue elegido diputado por el PSP, formación que en 1978 se fusionó con el PSOE.
Se hizo con el bastón de mando del Ayuntamiento de Madrid en 1979 en las primeras elecciones municipales democráticas y gracias a un pacto por el Partido Comunista.
Cercano y carismático, tenía una gran capacidad de conectar con la gente, con el pueblo de Madrid, una ciudad a la que consiguió sacar del letargo de 40 años de dictadura franquista y la colocó en la modernidad, con destacados movimientos culturales y sociales, como la «movida».
Otro momento que ha quedado en el recuerdo es la famosa fotografía junto a la actriz Susana Estrada, en la que ella aparece enseñando el pecho, ante lo que Tierno Galván dijo: «No vaya usted a enfriarse».
También son célebres algunas de sus frases, como la de «rockeros, el que no se haya colocado que se coloque, y al loro» o «el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla».
Su gestión municipal estuvo marcada por numerosos cambios, como la retirada del ‘scalextric’ de Atocha, una incipiente recuperación del río Manzares, con suelta de patos blancos incluida, o el establecimiento del estacionamiento regulado en el centro de la ciudad.
Pero como gran intelectual, su labor al frente del Consistorio quedó reflejada en sus bandos municipales, piezas de altura literaria que varias décadas después son recordadas, y que versaron sobre aspectos cotidianos de la vida de los madrileños como la limpieza de las calles, el ruido, las pintadas o incluso el decoro en el vestir en los más calurosos días del verano.
El 26 de febrero de 1981, también a los ciudadanos de Madrid para pedirles «que su altísimo ejemplo cívico no se empañe ni un momento por testimonios de rencor, vituperio o recordación importuna de remotos males y querellas» durante la manifestación que seguiría a la intentona golpista del 23-F.
Consejos del alcalde de Madrid a los madrileños y a los políticos que aún se recuerdan, y que los candidatos a las elecciones del 26 de mayo deberían aprender. «Los bolsillos de los gobernantes deben ser de cristal», sostenía el «viejo profesor».
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