Naciones Unidas ha mostrado su preocupación por la «encrucijada» a la que se enfrenta Siria tras la caída del ya expresidente sirio Bashar al-Ásad. Una «encrucijada, que ofrece grandes oportunidades y graves riesgos», según ha declarado el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen.
La Siria actual, cuya población, mayoritariamente (74 %) de la rama suní del Islam, celebra el derrocamiento Al-Asad (gobernante alauita, de la vertiente chií del Islam) ha caído en manos de «un mosaico de grupos que no están formalmente unidos y es importante que no estalle ningún conflicto entre ellos», advierte Pedersen.
De hecho, Mohamed al-Bashir, nombrado presidente interino del gobierno de transición de país, es el líder del Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo salafista yihadista (la vertiente más extremista y peligrosa del Islam suní) que está en la lista de organizaciones terroristas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Siria después de Bashar al-Asad: ¿y ahora qué?
Y la inclusión del HTS en la lista del Consejo de Seguridad de grupos terroristas, hace nueve años, «podría dificultar el respaldo internacional al país» asegura el enviado especial de la ONU para Siria. Aunque también avanza que, según vayan transcurriendo las circunstancias, «esa clasificación» como grupo terrorista «podría cambiar».
«El grupo que controla Damasco no es la única agrupación armada en Siria»
«Nada puede darse por sentado» en Siria, según Pedersen, que ha recordado desde Ginebra que «el grupo que controla Damasco no es la única agrupación armada en la capital y el territorio sirio».
El HTS y otras agrupaciones radicales han difundido declaraciones que, a priori, parecen tranquilizadoras. Han expresado su voluntad de que exista una transición democrática en Siria. «Pero todavía hay algunos problemas con la ley y el orden que deben solucionarse y, aunque en Damasco parecen haber terminado -sostiene el representante de la ONU en Siria-, fuera de la capital la situación es menos segura».
«Hay una oportunidad real para el cambio -considera Pedersen-, pero esta oportunidad debe ser aprovechada por los propios sirios y apoyada por la ONU y la comunidad internacional», y «ningún actor externo, incluido Israel, debe impedir el proceso de transición en Siria», concluye.